Con base en un documento que el representante comercial del gobierno federal hizo llegar de forma reciente a miembros clave del congreso estadounidense, el diario The Wall Street Journal informó que Donald Trump únicamente realizará modestas reformas al TLCAN.
Al respecto, el secretario de comercio Wilbur Ross rápidamente precisó que ello se trató de una simple carta, cuyo principal objeto consistió en enumerar temas para la discusión, mientras que el vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, puntualizó que la misma no contenía la declaración de su política comercial.
Sea lo que sea, la realidad es que dicho escrito sí constituye un acercamiento preliminar al conjunto de modificaciones que deberán concretarse a finales de este año y que deja entrever los verdaderos alcances de lo que será la futura relación trilateral sobre libre comercio.
Al parecer, dicha reforma buscará mantener los paneles arbitrales para la solución de controversias en materia de inversión extranjera, lo cual ha sido criticado por vulnerar la soberanía nacional, justamente al llevarse al margen de los tribunales locales.
De esta forma, se buscará “mejorar los procedimientos para resolver disputas” en lugar de eliminarlos por completo. Sin embargo, esa misma suerte no tendrán los referidos mecanismos alternos de solución cuando se esté frente a disputas comerciales relacionadas con prácticas comerciales desleales.
Efectivamente, congruente con la nueva propuesta de que un país pueda establecer aranceles por importaciones que pudieran causar “grave daño o amenaza de grave daño” a la industria nacional (snapback), el documento propone que esos paneles ya no resuelvan controversias sobre cuotas compensatorias.
Tampoco EU buscaría incluirlos para solventar las difíciles contiendas que versan sobre asuntos o políticas de moneda extranjera, o con relación al logro de metas numéricas en torno al déficit comercial, tal como diversos sectores estadounidenses lo habían venido solicitando.
Por otra parte, en materia de reglas de origen, es decir, con relación al porcentaje de contenido de una mercancía que debe producirse en un país del TLCAN, como condición para recibir sus beneficios, el proyecto de mérito sugiere —también sin mayor detalle— cambios para “apoyar la producción y el empleo en EU”.
Escribiendo novedosas reglas para la globalización al modo del denostado Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, este documento solicita endurecer la protección del comercio electrónico y la propiedad intelectual, la operación comercial de empresas públicas, y normatividad laboral y ambiental.
Lamentablemente, el instrumento no aclara la posición de Canadá y México sobre ningún tema que aborda y se estima —en todo caso— que el mismo será revisado para la negociación formal que comenzará 90 días después de que Trump notifique al Congreso su intención de iniciar la reforma al TLCAN.
En sintonía con lo expresado por el Ejecutivo federal, nuestro secretario de Economía Ildefonso Guajardo Villarreal, afirmó la semana pasada ante el sector empresarial: “En el proceso de renegociación no aranceles, no a cuotas, fortalecimiento de reglas de origen sin duda… esos tres elementos serán claramente defendidos como una línea roja”.
En resumen, a partir del pistoletazo de Trump se abre una valiosa oportunidad en dos sentidos, que otorgarán certidumbre y tranquilidad a todos los sectores involucrados: el tratado comercial para América del Norte no supondrá cambios sustanciales; y, su modificación permitirá actualizar rubros que así lo requieren.
En el contexto de esta ecuación de ganar-ganar, resulta de gran importancia que nuestro gobierno continúe con toda firmeza con su política de No marcha atrás, como parte de una alianza estratégica global que, luego de dos exitosas décadas y enmarcada en el norte del hemisferio americano, triplicó el valor en el intercambio comercial, superando el año pasado el trillón de dólares.
Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014