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A pesar de que hay un gran número de voces de línea dura en favor de mantener el embargo a Cuba, las acciones ejecutivas del presidente Barack Obama para aligerarlo son una apuesta a largo plazo en favor de los derechos humanos y el cambio político en la isla. En vista de que el régimen cubano continúa negando a sus ciudadanos derechos políticos y civiles surge la pregunta: ¿Debería el presidente Obama ir a Cuba a pesar de que La Habana poco ha hecho para abrir la escena política y mejorar los derechos humanos, uno de los objetivos planteados en los cambios políticos previstos por la Casa Blanca?
Hay progresos en la cooperación binacional en materia migratoria, tráfico de personas, lucha antinarco y temas ambientales, pero los derechos humanos permanecen como un tema sensible. Al anunciar la visita de Obama, la directora general para Estados Unidos de la cancillería cubana, Josefina Vidal, hizo un comentario nada disimulado respecto a que Cuba y EU tienen diferentes puntos de vista sobre derechos humanos. Sin embargo, a pesar de que la reciente concesión del gobierno cubano para permitir a un puñado de antiguos prisioneros políticos para viajar fuera de la isla, la intolerancia de los Castro hacia la libre expresión y los derechos civiles y políticos no han cambiado. Mientras el número de prisioneros políticos en las cárceles cubanas se ha reducido a entre 40 y 60 (de más de 200 que había hace unos años), de acuerdo con la Comisión Cubana para los Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, sólo en enero, más de 1,400 disidentes y activistas de derechos humanos fueron brevemente detenidos y, de ellos, 56 fueron objeto de abuso físico. El gobierno cubano no ha permitido aún al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) visitar las cárceles del país, una condición ampliamente demandada para la normalización de las relaciones.
El solo hecho de que un presidente vaya a un país no es un sello de aprobación de la conducta de un gobierno. En cambio, puede ser usado para mandar una fuerte señal de solidaridad con los ciudadanos locales, más que un respaldo al gobierno que lo recibe.
Si el presidente Obama no aprovecha este viaje para hablar directamente al pueblo cubano, no sólo será una oportunidad perdida, sino una mancha en el legado que tan desesperadamente Cuba quiere dejar atrás. Eso no quiere decir que Obama deba acosar públicamente o forzar concesiones específicas del gobierno cubano. De hecho, como cualquiera que haya tratado a los cubanos puede confirmar que tratar de hacer ésto sería un grave error. Una de las cosas que el gobierno cubano más quiere obtener de la visita del presidente estadounidense es un trato respetuoso, luego de décadas de insultos e intentos de invadir su país, matar a su líder o sembrar el descontento.
En lugar de dar lecciones públicas a los funcionarios cubanos sobre la democracia, Obama tiene que enviar mensajes y gestos sutiles a los funcionarios cubanos y, sobre todo, al pueblo isleño, ansioso por ver y conocer no sólo al presidente EU, sino al primer presidente afroamericano de EU.
Aquí algunas recomendaciones a tener en cuenta:
En primer lugar, hay una serie de periodistas talentosos y medios independientes en Cuba no reconocidos oficialmente por el gobierno cubano, que tiene a sus propias voces de propaganda. La Casa Blanca debe proporcionar las credenciales a los periodistas de estas organizaciones para acompañarlo en sus viajes por la capital, e incluso debe concederles entrevistas exclusivas.
En segundo lugar, la comitiva presidencial tendría que hacer paradas improvisadas y espontáneas para mezclarse con los cubanos. La reacción popular en la isla el 17 de diciembre de 2014, a causa de los cambios ejecutivos, y el número de camisetas con la imagen de Obama visto en las calles cubanas demostró que el presidente de EU sigue siendo muy popular en la isla. Incluso Raúl Castro no pudo evitar elogiarlo en la Cumbre de las Américas en Panamá. Podría decirse que en Cuba Obama es más que una estrella de rock de los 60 que va a dar un concierto gratuito en La Habana este 25 de marzo.
Tercero, cuando esté en Cuba dentro de las próximas semanas, el secretario de Estado, John Kerry, debe buscar lo mismo que consiguió el ex presidente Jimmy Carter cuando visitó Cuba en 2002: una oportunidad para que Obama hable en la televisión cubana, sin censura y directamente al pueblo cubano. Fue un momento de gran alcance cuando Carter lo hizo, aprovechando la oportunidad para mencionar el Proyecto Valera –una campaña de petición para un referéndum sobre el futuro de Cuba- del fallecido Oswaldo Payá. Sería un hermoso y oportuno tributo para el valeroso Payá, quien murió después bajo circunstancias misteriosas.
Y sí, discretamente y a puerta cerrada, el secretario Kerry y el presidente Obama deben presionar para que el gobierno cubano permita que observadores internacionales, como el CICR o el relator especial sobre los derechos humanos de las Naciones Unidas visiten prisiones cubanas y evalúen la situación de derechos humanos en el país. Hacerlo no sólo justificará el viaje de Obama, sino que también significará un gran paso en la reintegración de Cuba al orden global.
El presidente Obama tiene una oportunidad histórica para hablarle al pueblo sobre valores compartidos y sobre la visión de cubanos y americanos por igual, más allá de sus ideologías durante la Guerra Fría y el antagonismo que los ha dividido por más de medio siglo. Desde hace décadas, un gobierno cubano intolerante ha justificado su represión mediante el uso de Estados Unidos como enemigo. Esta es la oportunidad de Obama para cambiar la página en esa triste historia y demostrar que el futuro de Cuba es el que los cubanos decidan.
Profesor adjunto en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos (SIPA) de la Universidad de Columbia. De LatinAmericaGoesGlobal.org para Grupo de Diarios América