Más Información
Van 2 mil 950 aspirantes registrados para la elección del Poder Judicial; descartan ampliar periodo de inscripción
INE admite “apretarse el cinturón” para elección judicial, revela Sergio Gutiérrez Luna; prevé ajuste a recorte presupuestal
FOTOS: En pase de revista previo al desfile del 20 de noviembre se destaca participación de la mujer
La violencia en contra de los niños y adolescentes es una realidad presente en todas las sociedades y muy frecuentemente es aceptada como normal y permisible o como un asunto privado. Ya sea física, sexual o emocional, la violencia contra la niñez puede ocurrir en diferentes entornos, generalmente el más inmediato, como el hogar, la escuela o la comunidad.
Los casos de violencia en contra de niños y adolescentes que en últimas semanas se han hecho públicos han conmocionado a la sociedad, sobre todo porque algunos de ellos ocurrieron en el entorno familiar, que debería ser el más seguro. Lamentablemente, estos son sólo una muestra de una realidad más compleja y hasta cierto punto desconocida.
La información sobre la situación de violencia en contra de la población infantil y adolescente, a diferencia de la información estadística sobre temas como salud o educación, es escasa; especialmente en el caso de la violencia que ocurre a puerta cerrada, en el interior de las familias, la cual no queda en ningún registro público porque no es reportada, sea por temor a represalias o porque la familia no reconoce su existencia.
No obstante, algunas fuentes, como la Encuesta Nacional de Niñas, Niños y Mujeres (Enim) de 2015, permiten saber que de cada 10 niños, niñas y adolescentes de entre uno y 14 años han experimentado al menos una forma de castigo sicológico o físico por parte de miembros de su hogar. Poco más de la mitad de la población en este rango de edad ha sido sometida a agresión sicológica y aproximadamente 44% tuvo un castigo físico.
Información de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad en Estados Unidos indica que en el último año mil millones de niños en todo el mundo han experimentado violencia física, sexual o sicológica. Se trata de una realidad estremecedora, ante la cual no podemos quedarnos sin actuar.
El maltrato y la negligencia pueden tener efectos nocivos duraderos sobre las niñas, niños y adolescentes: desde depresión, ansiedad y otros trastornos emocionales, hasta problemas relacionales.
La frecuencia, intensidad y edad en los que se presenta el abuso determinan la gravedad del impacto. Los niños expuestos a violencia en sus primeros años de vida pueden sufrir efectos irreversibles en su desarrollo físico emocional e intelectual y dificultad para absorber nutrientes debido a bloqueos de su cerebro.
Maltratar, abusar o descuidar a los niños representan problemáticas complejos arraigadas en relaciones y entornos nocivos; para prevenirlas se requiere de un enfoque integral que influya en todos los niveles de la ecología social (incluida la cultura). Se requiere la participación de la comunidad, modificar las relaciones entre las familias y los vecinos, así como los comportamientos individuales.
Para colocar en la agenda pública y establecer como una responsabilidad colectiva el fin a la violencia contra niños, niñas y adolescentes en el mundo, se estableció la Alianza Global para Poner Fin a la Violencia contra la Niñez, que impulsa la ONU, gobiernos nacionales y organizaciones de la sociedad civil y de la cual México es país pionero al comprometerse internacionalmente a realizar acciones prioritarias y a corto plazo que reduzcan la violencia contra la niñez.
Esta alianza reúne a gobiernos, fundaciones, las Naciones Unidas, sociedad civil, medios de comunicación, iglesias, comunidad académica, sector empresarial y los propios niños y adolescentes para actuar y buscar poner fin al abuso, la explotación, y todas las formas de violencia en contra de la niñez y la adolescencia.
Lograr los objetivos planteados por el país para erradicar la violencia en contra la niñez requiere del compromiso y movilización de todos los actores de la sociedad. Se necesitan un cambio cultural sobre las prácticas de crianza, el involucramiento de todos en la protección de la niñez, voluntad política y también contar con el presupuesto que permita dar respuesta institucional a la violencia contra niños y adolescentes.
Debemos tener presente que cuando protegemos a los niños de la violencia, no sólo prevenimos tragedias individuales y apoyamos su desarrollo y crecimiento, sino que apoyamos la fortaleza y estabilidad de nuestras sociedades.
Representante de la UNICEF en México