Aparentemente competida en cuanto al número de votos populares que se prevé serán emitidos, no así respecto a los votos electorales que serán definitorios del resultado, al menos por lo que pronostican encuestas y especialistas, hoy se realiza la elección presidencial en los Estados Unidos de América. Relevante siempre, por la importancia que tiene esa decisión política de la potencia mundial; significativa para nuestro país, dada interacción e integración crecientes entre ambas naciones; llamativa como nunca, por la centralidad que alcanzó en el debate y en la oferta electoral de uno de los candidatos la relación con México, la elección es importante para nosotros porque, lejos de marcar un final, es el principio de una tarea que esta generación de mexicanos deberíamos asumir como una actividad central: hacer valer el peso económico, político y cultural de nuestro país en el mundo y en la relación bilateral, porque es mucho lo que contribuye a la estabilidad y al éxito de aquél país, para que el nuestro deje de ser visto como parte de sus problemas y sea ponderado como el más cercano y mejor socio del empuje que han logrado, con tan grandes expectativas de crecimiento y desarrollo como posibilidades de llevarlos a cabo junto con ellos.

Una vez que se sepa quién vaya a gobernar ese país, es preciso desplegar un esfuerzo para que México y los mexicanos no seamos tratados ni vistos como sucedió en esta campaña, en mayor o menor medida, por ambos candidatos. Esto implica asumir que, debiendo encabezarlas, hoy se duda si la nuestra cuenta entre las naciones amigas y socias legítimas de aquella. 

El desafío no es menor pues implica modificar premisas, prejuicios acumulados a lo largo del tiempo, derivados de una incomprensión de aspectos como seguridad, justicia, pobreza, migración y corrupción; todos ellos, asuntos de clara, aunque no exclusiva, responsabilidad gubernamental.

El problema es que son un conjunto de factores construidos sobre base cierta, que si bien están evolucionando, deben cambiar más rápido. El reto, en pocas palabras, es apercibirnos de que mejorar el aprecio por lo mexicano, exige cambiar en gran medida la realidad de los mexicanos. Como se advierte, lo que hay que hacer depende bastante menos de la elección de los estadounidenses y más de lo que hagamos los mexicanos.

La próxima ocasión que México ocupe el centro del debate político allá, debe ser por nuestro crecimiento y motivado por el futuro promisorio que compartimos.

Coexistiendo con la ignorancia y los prejuicios, abundan factores reales y palpables que acreditan la interdependencia entre los países, como la importancia de México en la seguridad hemisférica, y otros proyectados por las impresionantes cifras que explican la integración económica, los cada día más presentes hábitos de origen latino, cuando no mexicano, en la vida cotidiana de aquél país en la lengua, la cocina y las expresiones de la cultura popular que desde ese país, irradian al mundo entero. Una relación tan compleja debe partir del respeto mutuo entre autoridades y, subrayadamente, consideración para los mexicanos.

Coordinador de los diputados del PRI.
@CCQ_PRI

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