Laico, es decir, independiente de cualquier religión, el Estado mexicano es a consecuencia de ello, garante de las libertades de conciencia, de creencia y de culto para todas las personas. De ningún modo antirreligioso, nuestro gobierno sostiene relaciones armoniosas con todas las iglesias u organizaciones confesionales, lo cual ha permitido que transcurra cordialmente, la visita del papa Francisco, quien, además, es jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Consistente ideológicamente y esencialmente coincidente con el postulado de justicia social que comparte con quienes promovemos y buscamos atender y resolver las carencias de la gente, empezando por quienes más lo necesitan, el discurso del Papa, en sus expresiones públicas, cívicas y religiosas, en los primeros días de su visita, ha llamado la atención de los analistas, no sólo porque acierta, sino porque toca fibras sensibles de nuestra actualidad social y política, sin confrontarse con el Estado mexicano.

Por cuanto hace a los asuntos de interés público, dicha situación pareciera desencantar a los agoreros de la estridencia; quienes intentan tergiversar los hechos, para hacer ver al visitante como denunciante, y acusan a las autoridades de indolencia y hasta cinismo.

Lo cierto es que revisándolas con detenimiento, muchas expresiones del prelado apuntan en la misma dirección de las expresadas por el gobierno de la República, en voz del jefe del Ejecutivo. Por ejemplo, el Papa dijo que “a los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su destino”; en tanto Enrique Peña Nieto ha afirmado que el Estado debe permitir “a todos los mexicanos gozar de la libertad para realizar el proyecto de vida que nos propongamos sin que la violencia, el origen familiar, regional, de género o étnico sean barreras para alcanzarlo”.

La coincidencia de posiciones es congruente con muchas de las acciones de gobierno, pues esa forma de pensar ha orientado las principales tareas de la autoridad. La reforma educativa responde, evidentemente, a que los mexicanos somos los primeros en querer aprovechar nuestra “principal riqueza”, la que “hoy tiene rostro joven”. Y a terminar con los privilegios “o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos”, apuntan las reformas de carácter económico, hoy en proceso de implementación, que ya dan resultados, como la reducción del precio de la energía eléctrica y de las gasolinas, por primera ocasión en 24 años.

Es evidente que sociedad y gobierno ya trabajamos para lograr “vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”, si bien todos desearíamos más resultados y más pronto. Estamos orgullosos de nuestra “ancestral cultura” y se ha creado la secretaría con tal fin; en ello se esmeran miles de personas, no sólo desde el ámbito gubernamental.

Por supuesto son muchos los pendientes en rubros que subrayó el Papa, como “la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”, pero justo es decir que ningún aspecto ha sido abandonado. Es preciso seguir avanzando en todos a un ritmo más intenso. La sugerencia pontificia, no por conocida, carece de importancia: tenemos que crear, a partir de la diversidad de visiones, unidad de propósito, para que México viva mejor.

Coordinador del PRI en la Cámara de Diputados

@CCQ_PRI

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