Por haber impulsado candidaturas de muchos quienes incluso sin ser militantes coincidían con sus principios y programas, fortalecido con acciones efectivas su compromiso con la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, revitalizada su organización juvenil e integrado el mejor organismo de activismo político digital que ya ha demostrado su eficacia, entre muchos otros cambios de fondo; es decir, ya transformado, el Partido Revolucionario Institucional, siempre orgulloso de su pasado, tiene fundada esperanza en el futuro.

Nuestra organización política, a partir de 2012, ha mantenido una franca, legítima y sana cercanía con el gobierno federal y con el Presidente de la República emanado de su filas, desde entonces asumió que no es la agencia política del gobierno, sino el agente político de la sociedad; y para eso acompañó y respaldó la reorganización de la CNOP y del Movimiento Territorial, dada la crecientemente compleja distribución urbana de nuestra población y creó la Secretaría de Vinculación con la Sociedad Civil para respaldar a las organizaciones sociales que desde la esfera de la vida privada atienden asuntos de nuestra vida pública. Liberado de lastres que le impedían actualizar su posición respecto a los nuevos desafíos que el país enfrenta, el PRI abrió paso a las reformas transformadoras, que están en plena implementación.

Y ahora el Partido, ese ecosistema formado por un priísmo de más de 10 millones de ciudadanos, en buena medida encarnado por simpatizantes y militantes que desde alguna responsabilidad de dirigencia o de servicio público, se enfila a enfrentar el mayor de los desafíos del presente y del futuro de corto plazo: restablecer, fortalecer y acrecentar la legitimidad del que quizá sea el más transformador de sus gobiernos.

Esa legitimidad que ya no sólo puede provenir de los resultados, sino de los procesos por medio de los cuales se consigan; esto es, que lo que resulte de las decisiones y acciones de gobierno no nada más sea palpable y útil para las personas, sino que se hayan alcanzado con eficiencia, transparencia, honestidad y, muy subrayadamente, con participación social. Lo anterior significa que en nuestra democracia los medios deben ser éticamente correctos y los fines socialmente benéficos para que el gobierno merezca respeto y respaldo ciudadano, en una palabra: confianza.

Probada la capacidad del tricolor para ganar elecciones y sin dejar de asumir que ésa es su primera tarea, en este momento tiene el desafío de hacer de su efectividad electoral legitimidad gubernamental. Con la segunda fortalecer la primera y así crear un círculo virtuoso que permita ir de la confianza en los gobiernos priístas, subrayadamente el que encabeza Enrique Peña Nieto, al respaldo a los candidatos del PRI. Ése es el estimulante y retador futuro del partido de la mayoría de los mexicanos.

Presidente del PRI.

@CCQ_PRI

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