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Las armas de fuego circulan cargadas. Como en la ruleta rusa (el juego que invita a la muerte regido por el azar), alguien caerá. Sólo que las reglas han cambiado. Las armas en uso no cargan una bala por cada seis cámaras, sino (como la AK47) escupen 600 o más proyectiles por minuto.
En Estados Unidos, en mil 4 días han ocurrido 994 masacres en espacios públicos, según el masacrómetro (“Mass Shooting Tracker”, rastreador ciudadano de masacres por arma de fuego que Google traduce como “Misa Rastreador Disparos”, imitando el absurdo del escenario, de este ritual pagano de muerte). En lo que va del año, se han reportado 297 tiroteos contra ciudadanos en espacios públicos. La muerte empistolada apunta con libertad de acción, incansable, en 10 meses sólo 20 días de descanso.
El fenómeno, espeluznante, se ha vuelto rutinario, ¿perversión ética?, ¿problema de le-
gislación del uso de mortíferas armas cuyo mercado debiera restringirse con rigidez para uso exclusivo del ejército? En los centros comerciales, en las escuelas, en la sala donde se proyecta una película, ¿estamos ante una interpretación activa del verso de Wilde, “todo hombre mata lo que ama”? ¿O es (que parece más razonable) un acto de odio? ¿Satisface qué? Algunos dicen que los asesinatos en masa se cometen buscando la fama, pero veo en el masacrómetro que 83% son anónimos (245 de los 297). ¿Por qué son tan frecuentes en Estados Unidos?
“No se trata de la posibilidad, sino de cuándo ocurrirán las siguientes masacres”, afirma la publicación Mama Jones cuando argumenta que el índice de éstas ha ido en ascenso exponencial.
Según el Washington Post, estas balaceras en espacios públicos son sólo la punta del iceberg, mencionan 40 mil incidentes con armas reportados a la policía en sólo este año, con un saldo de 10 mil muertos y 20 mil heridos.
Las masacres, en términos numéricos, son, pues, nada comparadas con el número de asesinatos por incidentes de armas de fuego en Estados Unidos, muchos en el seno de un hogar. Cuarenta y seis mujeres son asesinadas en EU cada mes con un arma de fuego, 53% por su pareja sentimental o por un familiar. En ese país, las mujeres tienen 11 veces más probabilidades de caer acribilladas que las de otro país con similar ingreso per cápita.
EU combate el terrorismo con feroz ahínco, no necesariamente letal sólo para los terroristas (no sólo por el lamentabilísimo incidente del hospital de Médicos Sin Fronteras en Afganistán, lo hemos visto en las últimas invasiones y guerras desde aquel 11 de septiembre). Sin embargo, de 2001 al 2011 sólo 11 americanos murieron víctimas de ataques terroristas, mientras que 11 mil 101 personas han caídos por masacres en territorio estadounidense. La muerte tiene permiso en EU, carga armas de fuego en manos ciudadanas. Se declaran ilegales las “drogas”, pero es legal llevar bajo el hombro un arma, así sea de alto poder.
En México, el fenómeno del irrestricto tránsito de armas cobra cuerpo en otra personalidad (también terrorífica e insensata), pero es hijo del mismo auge del mercado. Circulan en manos de truhanes las AK-47, las ametralladoras Uzi, los fusiles Galil, Barret o AR-15, las granadas de fragmentación, los lanzacohetes de tipo RPG y LAW… Los fabricantes y distribuidores de armamento de alto poder luchan en EU su batalla tras candilejas para obtener el apoyo de los senadores que protejan las leyes criminales que les permitan continuar con su negocio triunfante. Las víctimas son ciudadanos, jóvenes, niños, mujeres. Del norte del Río Bravo y del sur también. Ya basta.
Señalando a los responsables no se resuelve el acertijo, no se responde al básico, elemental y legítimo por qué. ¿Por qué estas masacres? ¿Por qué la guerra en el corazón de la vida ciudadana? ¿Es que el escenario global insta a marcar con la misma línea de sangre, sin distinguir enemigos de amigos, terroristas de ciudadanos, víctimas de verdugos? ¿Es un espejo, un actuar reflejando, remedando la guerra en casa? ¿Es la violencia el sello del siglo, disolviendo el espacio de la guerra en el centro comercial, el cine, la escuela?
