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¿Cómo gobernar un estado donde manda la mafia? En 31 entidades se puede calificar al gobernador o al alcalde desde pésimo hasta excelente, que también los hay. Sin embargo, en Tamaulipas no hay gobierno. Allí manda la mafia.
Hace una generación los tamaulipecos nos decíamos a nosotros mismos: nuestro estado tiene todo: 400 km de litoral al Golfo de México, tierra cultivable feraz y cinco ríos que atraviesan al estado a lo largo y ancho de su territorio, y una población cuyos índices socio-económicos son superiores a la media nacional.
Ochenta mil kilómetros cuadrados con 561 km de frontera con la economía más rica del mundo.
Había problemas, claro está, pero el narco y la delincuencia organizada no nos habían tomado a los tamaulipecos como rehenes.
¿Y qué pasó? Entre 1993 y el día de hoy llegaron uno tras otro los cuatro jinetes del Apocalipsis priísta: Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington Ruvalcaba, Eugenio Hernández Flores, y Egidio Torre Cantú. Nos vendieron la idea de que quien ‘se portara bien’ estaba a salvo de la violencia, pero con su tolerancia, complicidad o incluso subordinación, las bandas criminales tomaron Tamaulipas.
Muchos tamaulipecos cayeron en el cáncer de la corrupción gubernamental y del dinero fácil del narco. El PRI siguió comprando y ‘ganando’ elecciones como negocio, lucrando con la impotencia de una sociedad destrozada.
El 5 de junio de 2016 se renovará la gubernatura, las 43 alcaldías y el Congreso local.
Ante el caos, una plataforma electoral mínima debería apuntar a hacer vigentes las garantías constitucionales:
1. Los tamaulipecos no podrán ser privados de la vida, de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales;
2. Cada tamaulipeco desaparecido o asesinado por la delincuencia es parte de nosotros, hay que nombrar a las víctimas, identificarlas por nombre y apellido y hacernos cargo de cada caso;
3. Los tamaulipecos podrán circular libremente por las carreteras del estado y caminar tranquilamente por sus localidades sin temor a ser secuestrados por grupos criminales que les quiten su auto o la vida misma.
No veo en Tamaulipas a dirigente político alguno que cambie el ejercicio del poder para hacer suya la ‘extravagante’ idea de atender las preocupaciones de los ciudadanos.
Si el próximo gobernador o el siguiente alcalde hacen lo mismo de siempre, tendremos resultados igualmente fatales.
¿Por qué no le han pegado a las bandas criminales en el bolsillo? ¿Será que gozan de la protección de políticos y funcionarios? ¿Se necesita que Estados Unidos busque a ex gobernadores corruptos para terminar con la impunidad de que gozan en México? Quien intenta combatir el negocio infernal de corrupción-impunidad-secuestro-extorsión es amenazado o incluso eliminado.
¿Cómo revertir la brutal descomposición del tejido social tamaulipeco?
Hay impotencia y hartazgo, pero también dignidad y valor civil.
El 14 de noviembre se cumplieron cinco años de la gesta de don Alejo Garza Tamez, quien se negó a entregar su rancho en Güemez a una banda criminal y murió defendiéndose.
El 23 de agosto se cumplieron cinco años de la masacre de San Fernando, donde asesinaron a 72 migrantes.
Hoy los tamaulipecos protestan y se organizan. En Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Victoria, Tampico, Madero, Altamira y cada rincón del estado tenemos que aprender y hacer alianzas con las experiencias de Monterrey, Torreón, Ciudad Juárez y Tijuana, entre otras ciudades, donde están saliendo poco a poco.
En Tamaulipas hay un grito de rabia: ¿cuándo terminará esta tragedia? Y desde el dolor y la resistencia, surge un grito de fuerza que apuesta radicalmente por la vida.
Profesor Asociado en el CIDE.
@Carlos_Tampico