Una estrategia muy socorrida en las organizaciones para no hacer nada es espantar con el petate del muerto. En mi niñez, mi abuela materna utilizaba mucho la frase, cuando alguien llegaba exagerando un problema para hacerla cambiar sus planes y detener sus proyectos o encarecerlos. Este recuerdo me asaltó cuando leía sobre el desalojo de los comerciantes ambulantes del Cetram Chapultepec y la indemnización que recibieron los líderes de las organizaciones que los agrupa (los comerciantes en lo individual niegan haber recibido pago alguno) así como la reubicación de algunos comerciantes en las calles de José Vasconcelos y Veracruz.

¿Quién habrá vendido a las autoridades de la Ciudad de México que había que pagar por desocupar la vía pública? ¿Cuánto hay que desembolsar del presupuesto, de los impuestos de los capitalinos, para que nos regresen las banquetas y hasta las calles de la nuestra urbe? ¿Por qué otros vecinos tienen que padecer la invasión de los espacios públicos para que alguien haga negocio sin pagar impuestos, ni cumplir con los mínimos de higiene y seguridad?

Me imagino que alguien pintó un panorama de conflicto social incontrolable –realmente clientelar político, menos votos en las elecciones y movilización- si no se pagaba por el desalojo o se ofrecían otros espacios en vía pública. Es incomprensible que treinta años de ocupación ilegal de la propiedad del dominio público genere derechos, incluyendo los de sucesión, y que cualquier proyecto de desarrollo urbano esté condicionado a la aquiescencia de unos dirigentes de comerciantes y sus aliados ocultos.

Tal vez fue alguno de los que también aconsejó someter a consulta la construcción del corredor Chapultepec-Glorieta de Insurgentes, por aquello de la gravedad del conflicto vecinal o la “privatización” de espacios, cuyo resultado fue que se canceló el reordenamiento urbano con un porcentaje no significativo de votantes.

Hoy, el proyecto de la rehabilitación de una zona amplia se redujo a la remodelación y construcción del nuevo Cetram (edificio de 41 pisos, pasos a desnivel, parque elevado, centro comercial y hospital), con el que se espera que en 2018 se resuelva el problema de saturación de vehículos de transporte público. Lo que sólo será realidad si se minimizan las voces de quienes ven moros con tranchetes en toda acción gubernativa o administrativa.

La presencia policial no garantiza que los puestos semifijos “retoñen” y el caos resurja bajo un argumento cualquiera y la necesidad de los miles de pasajeros de comer algo antes de llegar al trabajo o a la salida del mismo. La Avenida Veracruz se puede ver invadida en los próximos dos años.

Espantar con el petate del muerto es un dicho popular tanto en Jalisco como en Michoacán. Tiene su origen en una cofradía que asistía a los condenados llevándoles consuelo y dándoles sepultura envueltos en un petate. Mi abuela era tapatía, por lo que sabía que no necesariamente quien trae o un petate y lo exhibe ostentosamente va a visitar a un desdichado que espera su turno del patíbulo. Eso le permitió eludir a los fantoches y a los farsantes que convierten a la exageración en un modus vivendi.

¿Cuándo funciona la estrategia del miedo? Muy simple, cuando los rezagos acumulados son tan grandes que ninguna solución de corto plazo es viable y la inmovilidad conviene a los intereses creados. Entonces, el espantador propone planes fabulosos sin sentido práctico, pero que le permitirá medrar a sus anchas hasta la próxima crisis. El Cetram Chapultepec tiene una antigüedad de más de 40 años y apenas se va a remodelar. Las estrategias para no hacer es un cáncer que detiene la acción organizacional. Las estrategias para no hacer es un cáncer que detiene la acción organizacional, ojalá que esta enfermedad no evite que se haga la obra programada.

Las probabilidades corren en contra. Si consideramos que la presencia policial no es permanente, ni la política contra el comercio en vía pública constante, que habrá miles de trabajadores de la construcción alrededor de las obras para el nuevo Cetram y que no existen alternativas razonables –precios bajos- para los que circulan o trabajan por ahí, entonces es previsible que en poco tiempo haya agrupaciones que pretendan iniciar otros 30 años de ocupación. Algo similar sucede con el despojo del auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM todavía puede continuar por algunos años. Hay caballeros del petate expertos en el arte de espantar.

Profesor del INAP

cmatutegonzalez@yahoo.com.mx

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