Los problemas de la joven democracia mexicana tienen que ver con lo que ocurre antes y, sobre todo, después de los comicios, más que con la jornada electoral en sí misma. Esta puede ser una de las principales conclusiones de un balance rápido de lo ocurrido el domingo.

No es que el día de las elecciones todo haya salido de acuerdo con el plan. Desde luego, hubo incidentes. De las 68 mil casillas que se tenían programadas, se decidió de último momento no instalar 16 —principalmente en Oaxaca y Tlaxcala— y se tuvo que suspender la votación en nueve más. Asimismo, una vez cerradas las casillas, la comunicación de resultados fue lenta.

Sólo tres estados (Oaxaca, Veracruz y Zacatecas) realizaron un conteo rápido y los Programas de Resultados Electorales Preliminares (PREPs) en general avanzaron con excesiva parsimonia y en algunos casos dejaron sin contabilizar un grupo de actas que llegó a rebasar el 10%. Desde luego, la comunicación de resultados la noche la elección constituye una de las áreas de oportunidad más importantes que las autoridades electorales locales (OPLEs), con la coordinación del INE, deberán atacar de cara a los próximos comicios.

Sin embargo, los indicadores de la jornada electoral arrojan un balance muy positivo. Se instaló el 99.9 % de las casillas, lo cual significa que la totalidad de los 37.4 millones de ciudadanos legalmente habilitados para votar pudieron hacerlo. Si bien los PREPs avanzaron con lentitud, algunos en la madrugada, otros hasta la mañana del día siguiente, reportaron tendencias electorales con precisión y contundencia.

Nuestro modelo de elecciones ciudadanas, que se basa en la selección aleatoria de ciudadanos que luego el INE capacita para integrar las mesas directivas de casilla, funcionó adecuadamente. La tasa promedio de ausentismo de ciudadanos capacitados y nombrados como funcionarios de casilla fue de 4.6%, más baja que el año pasado cuando alcanzó su máximo histórico de 7%. La reducción del problema es una magnífica noticia, pues significa que el modelo vigente sigue gozando de cabal salud. Desde luego, el INE tendrá que seguir introduciendo mejoras a su estrategia de integración de mesas directivas de casilla. Pero el domingo pasado logró revertir un incremento preocupante en el ausentismo registrado desde 2015.

Las tasas de participación electoral tuvieron un comportamiento normal. Las más altas ocurrieron en aquellos estados con elecciones de gobernador que, después de los comicios presidenciales, son el tipo de contienda que suele despertar el mayor interés entre los votantes. En estos 12 casos, la participación osciló entre el 59.7% (Hidalgo) y el 44.3% (Sinaloa). Las tasas más bajas se verificaron en Baja California (33.1%), donde sólo se renovaron alcaldías y diputaciones locales y, desde luego, la CDMX (28.4%). Las campañas para elegir a los 60 diputados de la Asamblea Constituyente estuvieron limitadas por las grandes dificultades para explicar qué estaba en juego, cuál era la importancia para el ciudadano y qué efectos tenía su voto.

Tal como se anticipaba, la noche de la elección resultó muy emocionante. Sin embargo, en lugar de finales de fotografía, fue una noche de sorpresas. El común denominador fue la alternancia. Conforme la jornada electoral se aleja, entramos a otras etapas. Desde el día de ayer iniciaron los recuentos de los votos. Después vienen las impugnaciones de los resultados electorales. Luego siguen los dictámenes de los gastos de campaña. Finalmente, el proceso concluye con la resolución definitiva de las impugnaciones.

En nuestro sistema a menudo toma más tiempo defender los triunfos que conseguirlos en las urnas. Y nadie puede descartar cambios todavía, como el año pasado, cuando el Tribunal Electoral le dijo a los ciudadanos de Colima que se habían equivocado al votar y que debían hacerlo otra vez.

Consejero electoral del INE

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