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El INE dio a conocer el Estudio muestral sobre la participación ciudadana en la elección de diputados federales de 2015. Es la cuarta ocasión que lo realiza. El IFE lo hizo previamente en 2003, 2009 y 2012. Los datos del estudio provienen directamente de la documentación utilizada el día de la jornada electoral y al contrastarlos con el padrón electoral permiten conocer el perfil de los votantes que participaron en las pasadas elecciones de diputados federales, así como en las 16 elecciones locales de 2015.
Una de las constantes más destacadas en los estudios de participación electoral tiene que ver con el sexo de los votantes. A pesar de que la política ha sido hasta hace muy poco una actividad profesional dominada casi exclusivamente por los hombres, al menos desde 2003, las mujeres han acudido a votar en mayor proporción que los hombres en las elecciones federales. En ese año, 53.8% de las mujeres que aparecían en la lista nominal votó, frente a 46.2% de los hombres. Tuvimos una brecha de participación de 7.6%. Este diferencial bajó ligeramente en 2009 a 6.8% y volvió a repuntar en 2012 a 8.4%.
En 2015 la brecha de participación electoral entre hombres y mujeres llegó al punto más alto desde que el INE hace el estudio. Votó el 56.1% de la mujeres registradas en la lista nominal de electores contra el 43.9 de los hombres, con lo cual este diferencial de participación alcanzó el 12.2%. Además la tendencia se estableció de forma contundente en todos los estados. En 2003, Chiapas y Guerrero se salían de la regla, porque en estos estados los hombres tenían tasas de participación más altas que las mujeres. Todo eso ha quedado atrás. En 2015 en todas las entidades federativas las mujeres votaron en mayor proporción que los hombres.
El análisis por grupos de edad arroja también resultados interesantes. En general, las tasas de participación más bajas se encuentran entre los jóvenes de 20-29 años y las más altas entre las personas de 65-69 años. Pero la brecha de participación electoral entre hombres y mujeres se abre más ampliamente entre los 25-39 años de edad. A partir de los 40, la tasa de participación de los hombres empieza a repuntar hasta alcanzar la de las mujeres entre los 65-69 años. Todo parece indicar que las mujeres van por delante de los hombres en lo que respecta a madurar en el ejercicio de derechos políticos y desarrollar el interés por los asuntos públicos.
Los datos de participación electoral de las mujeres contrastan con su participación en órganos de representación política. En 2003, sólo el 24.9% de los integrantes de la Cámara de Diputados eran mujeres. En el Senado su inclusión era ligeramente menor. Gracias a las medidas de acción afirmativa, las mujeres han venido incrementando su presencia en los órganos de representación política. La más reciente es la introducción de la paridad de género en las candidaturas de los partidos políticos, que ha incrementado la participación femenina en la Cámara de Diputados hasta llegar al 42%. La brecha entre participación electoral y representación se ha venido cerrando para las mujeres.
El discurso del desencanto de los mexicanos con la democracia en general tiene muy poco soporte en los datos duros sobre participación. La tasa de participación electoral en 2015 alcanzó 47.9%, la más alta en una elección intermedia desde 1997. Pero si hay una parte de la ciudadanía en la que este discurso parece estar alejado de la realidad es entre las mujeres. Son ellas las principales responsables del incremento en las tasas de participación electoral. Son ellas las que elección tras elección apuestan al voto como el instrumento para exigir cuentas a sus gobernantes.
Consejero electoral del INE