El próximo domingo 5 de junio se celebrarán elecciones en 14 estados. En 12 se renovará los cargos de gobernador, diputados locales y presidentes municipales; en uno sólo se votará por legisladores y alcaldes, y en la Ciudad de México tendremos unos comicios inéditos para elegir a 60 de los 100 diputados de la Asamblea Constituyente. Si las elecciones son la fiesta de la democracia, la lista de invitados asciende a 37.3 millones, lo cual representa el 44% de los mexicanos inscritos en el padrón electoral. Se tiene programada la instalación de 68 mil casillas en las que poco más de 474 mil ciudadanos, capacitados por el INE, estarán encargados de atender a los electores y contar los votos.

El periodo de reflexión (los tres días previos a la jornada electoral en las que se suspenden los actos proselitistas) inicia hoy después de unas campañas electorales intensas y duras, particularmente en los 12 estados con elecciones de gobernador. Los comentaristas en los medios de comunicación han destacado los excesos en los que han incurrido los partidos y equipos de campaña con el afán de restar apoyos a sus contrincantes. Las campañas negativas, sumamente reguladas en los spots de radio y TV de los partidos políticos, han encontrado una válvula de escape en el internet que brinda la protección del anonimato. Ahí se filtran grabaciones, videos y fotografías, que luego los medios de comunicación retoman para convertirlos en noticias.

A juzgar por las críticas y denuncias a la llamada guerra sucia desplegada durante las campañas y al supuesto “desencanto” de los mexicanos con la democracia, deberíamos estar en la víspera de unas elecciones insípidas y sosas. Sin embargo, cualquiera que haya venido siguiendo las campañas electorales a través de las encuestas de opinión pública sabe que el domingo tendremos una de las jornadas electorales más reñidas e interesantes en la historia de nuestra joven democracia.

Hay dos sellos distintivos de las actuales contiendas: márgenes de victoria cada vez más estrechos y una mayor dispersión del voto. Atrás quedaron los tiempos de las mayorías absolutas y las ventajas de dos dígitos. Y para aquellos que piensan que las campañas no importan, los electores tienen algunas sorpresas. En varios casos estamos viendo verdaderos finales de fotografía; contiendas que arrancaron con ventajas relativamente cómodas para los punteros y que llegan al día de la elección en condiciones que los encuestadores describen como “empate técnico” o de pronóstico reservado.

La trascendencia de las elecciones del domingo va más allá de los cargos en juego. Se generan tendencias electorales que pueden tener un impacto en las estrategias que los partidos adopten para las elecciones presidenciales de 2018. La coalición PRI-PVEM ha probado su eficacia en elecciones anteriores, pero en las del 5 de junio venidero estimará su capacidad para resistir el desgaste natural después de cuatro años en el poder. PAN y PRD probarán qué tan competitivos siguen siendo por sí solos o si necesitan ir en coalición al 2018. Morena medirá qué tanto puede aglutinar el voto de izquierda y mantener su ruta de ascenso. Por lo que a los independientes se refiere, el triunfo de El Bronco en Nuevo León el año pasado generó la percepción de que había un mercado electoral muy grande para ellos. Veremos si la perspectiva prevalece luego de las elecciones de este año.

Llegamos al día de la elección con muchas incógnitas. La democracia es precisamente eso: incertidumbre institucionalizada. Los actores políticos conocen las reglas y procedimientos de la competencia por el poder, pero ignoran el resultado. El domingo lo sabremos. Los electores pasarán su veredicto en las urnas. Sólo queda por ver si aquellos a quienes les resulte desfavorable tendrán la madurez de aceptarlo.

Consejero electoral del INE

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