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En México, 83.6 millones de personas, 92.9% de los mexicanos con 18 o más años, tienen credencial para votar vigente en su bolsillo. La demanda por la mica es significativa porque además de votar sirve como medio de identificación personal. De hecho, la credencial para votar del INE es el documento de identidad más accesible, seguro y aceptado en México. Uno podría pensar que la demanda por la credencial para votar entre los mexicanos que viven en el exterior sería sustancialmente menor. Ellos tienen acceso a otros medios de identificación como el pasaporte o la matrícula consular.
Sin embargo, un estudio del CIDE muestra que de los 13 millones de ciudadanos nacidos en México que viven en EU, hasta un 60% estarían interesados en tramitar una credencial para votar si tuvieran la posibilidad. El estudio, encargado por el INE como parte del diseño del programa de “credencialización en el extranjero”, se basa en dos encuestas: una telefónica a hogares en los principales centros urbanos con población mexicana y otra a usuarios de servicios consulares. Ambas coinciden en señalar que la demanda potencial por la credencial del INE en la comunidad de mexicanos residentes en EU es significativa.
Para quienes han estado en contacto con las organizaciones de migrantes, los datos arrojados por el estudio del CIDE resultan desde luego interesantes y útiles, pero difícilmente sorpresivos. A partir del primer ejercicio del voto desde el extranjero en las elecciones presidenciales de 2006, han venido insistiendo en la necesidad de la credencialización. Han argumentado —con razón— que el voto desde el extranjero tiene poco sentido si al mismo tiempo la ley les obliga a venir a México a sacar su credencial de elector. Sin foto no hay voto fue el mensaje que los líderes migrantes enviaban a los legisladores en los foros de consulta sobre el voto de los mexicanos desde el extranjero.
El estudio del CIDE también muestra que el interés por la credencial para votar en el extranjero se basa principalmente en su uso como medio de identificación. Desde luego, en este punto su sentir es el mismo respecto a los ciudadanos que vivimos en México. La credencial para votar nos sirve regularmente para comprobar que somos quienes decimos ser y, cuando hay elecciones, para votar. Pero pienso que en el caso de los migrantes hay algo más. Me refiero al deseo de recibir un trato igual. Y la credencial para votar los vuelve portadores de los mismos derechos, como si estuvieran aquí.
En la reforma electoral de 2014, los legisladores atendieron este reclamo y mandataron al INE, en colaboración con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), expedir en el extranjero la credencial para votar. Convirtieron así la credencial para votar en un derecho de los mexicanos residentes en el extranjero. A partir del próximo año, en algunos consulados en Estados Unidos y embajadas en el resto del mundo se comenzará a realizar este trámite. Cuando un ciudadano vaya a una de estas representaciones para hacer cualquier trámite, podrá dar su autorización para que la SRE comparta sus datos con el INE para obtener la credencial. El INE procesará esta información y, si procede, imprimirá la credencial y la hará llegar al ciudadano que la haya solicitado. Como ocurre en México, este trámite no tendrá costo para el ciudadano.
En su anteproyecto de presupuesto para 2016, el INE solicitó 120 mdp para iniciar la credencialización en el extranjero. Este monto se explica por la demanda estimada, la complejidad de las acciones para revisar los datos personales y, sobre todo, porque se recurrirá al correo postal para enviar la credencial de México al país del solicitante. No es un costo menor. Pero el esfuerzo financiero se justifica porque es parte de la política del Estado mexicano dirigida a que nuestros migrantes se sientan parte de México. Con foto no sólo aumenta la probabilidad del voto, sino también la de mantener una nación grande y unida.
Consejero electoral del INE