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El triunfo del candidato independiente al gobierno de Nuevo León revivió el debate sobre el modelo de comunicación política en radio y TV. La campaña de Jaime Rodríguez, también conocido como El Bronco, casi sin spots en radio y TV, triunfó sobre las de los candidatos de partidos grandes que bombardearon al electorado con sus mensajes usando los tiempos administrados por el INE. Los spots, en el mejor de los casos fueron irrelevantes; en el peor, contraproducentes.
Para algunos, lo ocurrido en Nuevo León indica que el modelo comunicación política ya no funciona. Produce hartazgo en el electorado y tiene efectos contraproducentes para los partidos. Para otros, el problema fueron los partidos, sus candidatos y campañas, no el modelo de comunicación. En otras palabras, el problema fue el mensaje, no el mensajero.
El modelo de comunicación política adoptado en 2008 tiene como elemento distintivo el que los tiempos de Estado son la vía exclusiva para que partidos y candidatos se comuniquen directamente con el electorado. Después de ocho años de experiencia, conviene dejar atrás la discusión dogmática, que dividió a los bandos en apologistas y detractores, y pasar al análisis objetivo de las ventajas y desventajas que ha mostrado en la práctica.
El modelo permitió un aprovechamiento más exhaustivo de los tiempos de Estado durante los periodos electorales, que ya existían antes de la reforma de 2008. Con ello, los partidos políticos y las autoridades electorales ya no gastan en spots. En segundo lugar, el modelo garantiza a todos los partidos un acceso mínimo a tiempos comerciales de radio y televisión. A partir de ese punto, la cantidad de spots para cada partido depende de los votos conseguidos en la elección legislativa anterior. En tercer lugar, la prohibición de contratar acabó con el viejo problema de precios y condiciones diferenciadas por partido y candidato, inherente a la existencia de un mercado.
Las desventajas prácticas del modelo resultan de su rigidez. En primer lugar, las pautas son inflexibles. Los partidos no pueden modular su intensidad. Tienen un número de spots constante durante las etapas del proceso electoral, lo cual les dificulta ajustar sus campañas conforme se acercan al punto de saturación.
Además, el modelo tampoco les permite segmentar mensajes por horarios y audiencias. En general, es un mismo mensaje para todos. También el modelo restringe la capacidad de aprovechar oportunidades de comunicación que surgen durante una campaña. Con su introducción, los incentivos para los medios de comunicación cambiaron. En vez de promover la competencia para dar un mejor servicio, según su perspectiva, el modelo volvió los spots electorales en una carga que afecta sus costos de operación.
Finalmente, el modelo genera asimetrías en la distribución de los tiempos de Estado y tiende a reforzar el statu quo. Da más tiempos a quienes mejor les fue en las elecciones anteriores e impide que los otros partidos compensen la diferencia, porque tienen prohibido contratar. Este problema, que lo sufren los partidos chicos, se agudiza en el caso de los candidatos independientes. Sus tiempos pueden ser realmente raquíticos, como sucedió con el caso de El Bronco en Nuevo León.
Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, el modelo opera con regularidad y permite a los partidos desplegar sus campañas de comunicación. Por ello, creo que debemos, no abandonarlo, sino revisarlo; no volver al pasado, sino aprender de la experiencia para preservar lo que funciona y cambiar aquello que impide obtener los resultados esperados.
Consejero electoral del INE