Dentro de tanta podredumbre y desasosiego, los mexicanos nos merecemos una buena noticia. Tiempos yertos los nuestros, tiempos pesimistas los de México: nada que admirar, mucho que temer. La reciente discusión en la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es histórica, tanto por haberse llevado a cabo, como por aprobar el proyecto para cultivar y consumir marihuana con fines recreativos.

Aunque el amparo se concede sólo a cuatro personas, la resolución abre las puertas para extenderlo. Seamos optimistas: así como las influencias negativas se contagian (léase impunidad y corrupción), las decisiones inteligentes también se reproducen. Entrado en años el siglo XXI, imposible no discutir acerca de la despenalización de las drogas. Hacerlo en México es imprescindible. Al hablar de la “guerra contra las drogas”, suficiente es nuestro fracaso como nación y contundente la realidad.

Cinco datos para fomentar la discusión. Primero: En el gobierno de Felipe Calderón, se dice, que 120 mil personas murieron como consecuencia de “la guerra” iniciada en ese sexenio; en el tiempo de Peña Nieto, se dice, que en los dos primeros años fallecieron cerca de 60 mil personas. Segundo: De acuerdo con Armando Santacruz, miembro de la organización no gubernamental, México Unido contra la Delincuencia, el 62% de los presos lo son por delitos de droga, y de ellos, el 58,7% por marihuana —no huelga repetir que los presos son los miembros más vulnerables de la larguísima cadena del narcotráfico. Tercero: Según el Informe Mundial sobre las Drogas 2012 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, “el cannabis es la sustancia ilícita más consumida en el mundo: existen entre 119 y 224 millones de consumidores de cannabis y su demanda se mantiene estable. Cuarto: Si todas las iniciativas en el mundo para luchar contra el narcotráfico han fracasado, intentar otros caminos es obligado, prudente e inteligente. Quinto: La situación actual beneficia a grandes capos y a políticos corruptos.

La experiencia portuguesa merece atención. En 2001 Portugal se convirtió en la primera nación en abolir las penas criminales para personas en posesión de drogas, incluidas la marihuana, cocaína, heroína y metanfetaminas. La legislación permite que una persona porte diez dosis diarias de hachis o cannabis —2,5 gramos de cannabis y 0,5 gramos de hachis equivalen a una dosis, es decir, 25 gramos de marihuana y 5 gramos de hachis. Portar más es ilícito; quien lo haga será acusado de negociar con drogas.

Tras la regularización, el consumo sólo subió un 0,3%. Ese dato es crucial: invalida la idea de los detractores de la legalización, quienes siempre han argumentado que al ser permisivos, el consumo se dispararía (lo mismo ha sucedido con el suicidio asistido en Oregón: el incremento en las solicitudes para morir con dignidad casi no ha aumentado a partir de su legalización, en 1997).

Aunque el amparo no conlleva legalización, el dictamen es crucial. Lo que siga podría cambiar el panorama actual. En lugar de encarcelar a los pequeños distribuidores y amenazar a los consumidores, legalizarla le restaría poder a los cárteles, a los grandes distribuidores y a quienes se benefician de la producción ilícita. Han transcurrido más de cuarenta años desde que el presidente Richard Nixon declararó en 1971 la guerra contra las drogas. El fracaso de esa política es fácil de medir: tanto el consumo a nivel mundial como el número de muertos han aumentado.

Prohibir el consumo de marihuana no protege el derecho a la salud. Las patologías asociadas a su consumo en la adultez son mínimas y la violencia es nula. En cambio, estigmatizar a los consumidores y promover las cosechas ilícitas es nocivo. En el ensayo Consumo, salud y derechos humanos, (Nexos, 1 octubre, 2015), Juan Ramón de la Fuente, escribe, “El enfoque prohibicionista responde al supuesto de que la ilegalidad en la producción, venta y distribución de una droga logrará atenuar los efectos nocivos vinculados con su uso. Sin embargo, este esquema no ha logrado disminuir el consumo de marihuana… y tiene en la cárcel a miles de personas que no deberían estar ahí”. Modificar el enfoque prohibicionista es necesario. La Suprema Corte ha abierto las puertas.

Notas insomnes. El amparo otorgado por la Suprema Corte es necesario. Las discusiones también. Permitir la autonomía de las personas es consustancial al siglo XXI.

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