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Por ARNOLDO KRAUS Y SAMUEL PONCE DE LEÓN
Siempre la UNAM ha sido piedra angular en el país. Ahora, cuando nuestra nación no sale de una crisis antes de entrar en otra, el espacio universitario, nuestra casa, y la de incontables connacionales adquiere más preponderancia y se convierte en necesidad y esperanza. Necesidad por sus continuas e inagotables aportaciones a la construcción de la sociedad, y por ser semillero de profesionistas, cuya misión es proyectar a México y laborar en todos los ámbitos académicos propios de los tiempos modernos. Esperanza ante la vulnerabilidad del país, el incremento de la pobreza, de la violencia, del número de desaparecidos, de la descomposición social y otra serie de dolorosos avatares cuya presencia amenaza la salud del país.
La UNAM es un espacio único. Por sus aulas han pasado, y lo seguirán haciendo, incontables alumnos cuyos saberes fortalecen a la sociedad y al país. No hay institución más querida y apreciada que nuestra máxima casa de estudios, El aprecio de la ciudadanía hacia ella y sus figuras rectoras sobrepasa, con mucho, las de otros recintos y otros puestos, incluyendo los de las altas esferas gubernamentales.
México requiere de la UNAM. La salud de nuestro país depende de la salud de la UNAM. Pocos eventos tienen en vilo a la población interesada en la educación como la elección del rector de la UNAM. Iniciada la carrera hacia tan digno y encomiable puesto, compartimos nuestra opinión, cuyo sesgo no es conocer a Enrique Graue, sino, más bien, por conocerlo, consideramos que su vida, dedicada a la academia, ha enriquecido a la UNAM y al país.
Enrique Graue es un hombre universitario. Ha estado vinculado en forma activa con la vida universitaria desde su juventud. Desde hace 35 años es profesor y desde hace 12 se ha dedicado a funciones académicas y administrativas. Los días y las horas largas son, y siempre han sido, los elementos más útiles para conocer a los habitantes de cualquier casa así como los defectos y virtudes, las carencias y los logros, de ambos, en este caso, de los alumnos universitarios y de la UNAM. Graue conoce la UNAM. Ha sido director de la Facultad de Medicina desde hace 8 años y anteriormente fungió como jefe de División de Posgrado. En la actualidad, continúa en la dirección de la Facultad de Medicina y preside la Comisión de Trabajo Académico del Consejo Universitario, instancia encargada de valorar y seguir los reconocimientos tanto a la docencia, como a la investigación, además de ocuparse de los planes de estudio de la UNAM.
La suma de atributos necesaria para ser rector es múltiple. Conocer los vericuetos de la investigación y de la enseñanza, y los entresijos de la cultura, son herramientas indispensables para ejercer. Sin ese triángulo, imposible acercarse al alumnado e imposible proyectar la imagen de universidad. Quien ocupé la rectoría debe conocer la marcha de la nación y ser cercano al Estado, pero, y esto es indispensable, no haber sido parte de él, ni militante activo de ninguna fuerza política. Quien conoce las mermas de su país, puede, a partir de la generosidad brindada por docencia, investigación y experiencia —amor a la la camiseta—, contribuir a subsanar algunas carencias. Graue reúne esas características.
En apoyo a esos argumentos, creó dos nuevas licenciaturas, fisioterapia y ciencia forense, y el primer y único plan de estudios combinados en la UNAM, el PECEM, que permite, en un programa único, estudiar la licenciatura y el doctorado. Esa experiencia, crear, buscar, sembrar ideas, sin duda le permitirá atreverse a generar nuevos proyectos y comprometerse a llevarlos a buen puerto.
Un rector no debe utilizar su puesto para aspirar a trabajos futuros. Incontables embrollos presentan el país, la educación y los escasos recursos económicos disponibles para apoyar a la UNAM. Dedicarse a ellos y ser rector es suficiente tarea. La falta de compromisos externos es indispensable para defender la autonomía universitaria. La independencia permite adoptar posiciones firmes. Graue posee ambas características.
Enrique conoce los principios universitarios. No ha dejado de caminar por las calles de la UNAM. Concilia y encuentra soluciones prudentes y pragmáticas. Su experiencia es su currículum: Graue suma tiempos universitarios, tiempos dedicados a la docencia, a la investigación, al diálogo con colegas universitarios.
Notas insomnes. Los autores confesamos nuestro sesgo: al igual que Graue, somos médicos. La mirada de Enrique —es oftalmólogo— es profunda. No dudamos en su poder terapéutico.
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