Arnoldo Kraus

Ética médica: dudas, preguntas, tribulaciones

04/06/2017 |01:14
Redacción El Universal
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En un diálogo, Sabato le pregunta a Borges qué opina de Dios: “¡Es la máxima creación de la literatura fantástica. Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la Teología”. Sucesos similares ocurren entre tecnología y Ética: los creadores del admirable e imparable crecimiento de la biotecnología poco se detienen a cavilar en cuestiones éticas fundamentales. No hay día sin noticias acerca de Bioética o Ética médica. He dicho, lo repito: la filosofía de este siglo es y será la Bioética y una de sus ramas, la Ética médica. Entre una miríada, una información reciente proveniente del “Primer Mundo”, en este caso, de Holanda. Con la Ética médica todos tropiezan.

La inseminación artificial es uno de los grandes logros de la Medicina; gracias a ella las mujeres que no han logrado embarazarse y tienen dinero lo consiguen. El procedimiento consiste en llevar los espermatozoides del esposo, del amante, o de algún donante al útero con el fin de lograr el embarazo. Conservar el semen en condiciones adecuadas es uno de los grandes y pronto innumerables logros de la biotecnología. Gracias a las técnicas de reproducción asistida —la inseminación artificial es parte de ella— las mujeres que desean procrear cumplen su deseo.

Jan Karbaat, médico holandés, falleció hace un mes, a los 89 años. Karbaat, explica la prensa, tuvo 22 hijos reconocidos con cuatro o cinco parejas. Su “alto índice de fertilidad” fue fundamental para su éxito: Karbaat era dueño de una clínica de fertilidad en donde atendía a mujeres que buscaban concebir. Lo que no sabían las futuras madres es que en muchas ocasiones —imposible conocer los número exactos— el semen provenía de Karbaat y no de donadores anónimos.

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Las clínicas de fertilidad no suelen apegarse a leyes estrictas, de ahí que, incluso en el “Primer Mundo”, no siempre se exijan el nombre y los datos del donante (en México abundan las clínicas de fertilidad y la oferta, sotto voce, de úteros prestados; debido a esas anomalías, tristemente, el turismo médico de extranjeros florece en nuestra nación). Karbaat aprovechó su posición y explotó la vulnerabilidad de las mujeres, quienes, poco o nada preguntaban acerca del donante. Se calcula que además de su prole reconocida pueden haber más de cien descendientes.

Moniek Wassenar, de 36 años, psiquiatra, y una de las posibles descendientes, explicó, “Mi madre me dijo que hubo dos intentos fallidos de fertilización. El tercero acertó y supongo que fue su semen…”; Moniek es una de las 25 demandantes que buscan respuesta y una de las pocas que lo conoció. “Fue en 2011 y me pareció muy convincente, con encanto… (aunque), sólo por un momento, porque jugó con las mujeres. Nunca tuvo en cuenta la trascendencia de sus actos. No creo que le importara. Estaba seguro de las bondades de lo que hacía: conseguir embarazos sin pensar en los efectos para los hijos. Cuando nos vimos y le hablé de su falta de Ética trató de explicar que todo pasó en los años setenta. Que estaba bien porque las mujeres querían el semen de un hombre con estudios superiores. Mucho mejor que el de un policía, por ejemplo”.

No es posible saber cuántos casos hay similares al del doctor/semental holandés. Si es posible asegurar que él se benefició económicamente —el centro se vendió en siete millones de euros—, que las autoridades médicas no tenían idea de lo que sucedía en su clínica de fertilidad y que su autoimagen era inmensa: “mejor mi semen que el de un policía”: su idea recuerda algunas solicitudes estadounidenses en donde él o la donante, ya sea de esperma o de óvulos será mejor remunerado(a) si es alto(a), guapo(a), con descendencia “pura” y con estudios en universidades pertenecientes a la Ivy League (universidades estadounidenses con niveles académicos de excelencia).

El affaire Karbaat es nauseabundo; el médico abusó de su poder, no con fines filonazis (para mejorar la raza) pero sí con propósitos económicos. Dos tribulaciones. En muchas circunstancias es imposible saber si el donante no transmitirá genes enfermos a la prole; de ser así, los cien o más vástagos podrían padecer alguna patología. Segunda. El galeno violó todo principio ético: es posible que haya más de cien karbaats ajenos a su hermandad.

Tras Karbaat, debería ser obligatorio “saber más” de la vida del donante, conocer las razones del acto y limitar el número de donaciones. Mientras que la biotecnología no sea regida por la Ética, los tropiezos y daños colaterales continuarán opacando sus logros.

Notas insomnes. Hay quienes consideran que la tecnología es omnipotente. La Ética debe regir sus alcances. Creo que Borges y Sabato coincidirían conmigo. No sé Dios.

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