Arnoldo Kraus

Médicos y pacientes

06/11/2016 |02:14
Redacción El Universal
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Conforme pasan los años, el descontento de los enfermos hacia los médicos aumenta. El conocimiento biotecnológico no ha servido para menguar las distancias entre enfermos y galenos, lo ha incrementado. En México, la incomodidad abarca tanto el espacio público como el privado. En “muchos” países del mundo la situación es similar. La figura del médico, antaño respetada, se ha degradado. Sobran razones. Una es la falta de lealtad médica hacia los pacientes: no pocos sirven a otros intereses: farmacéuticos, hospitalarios, de laboratorios y rayos X; otra radica en la inexactitud de las maniobras y tratamientos médicos, así como en la imposibilidad de “buena parte” de los galenos para reflexionar “más allá” de las imposiciones y normas médicas, muchas veces establecidas sin datos duros o razones científicas.

Recientemente en Estados Unidos (2012), y después en Canadá e Inglaterra, entre otros países, se generó el movimiento Choosing Wisely (Escogiendo sabiamente), con la finalidad de mejorar la comunicación entre médicos y pacientes. La comunicación es un espacio único: permite discutir con trasparencia lo que se sabe y lo que se ignora. En Medicina es imposible encontrar respuestas exactas para todas las enfermedades y para todos los enfermos. “No hay enfermedades, hay enfermos”, es un viejo (y sabio) dictum: cada persona merece una aproximación diferente a sus dolencias; esa aproximación cuestiona: ¿hacer o no hacer? Anatole Broyard, el gran crítico literario, tenía razón. Tras ser operado de cáncer de próstata escribió un gran ensayo, Intoxicated by my Illness, donde anota “cada uno enferma de acuerdo a su forma de ser”.

La página Choosing Wisely de Inglaterra abre así (traduzco libremente): “Más no siempre significa mejor”. Renglones abajo explica (abrevio): “Iniciativa global enfocada para mejorar las conversaciones entre pacientes y sus doctores y enfermeras. La finalidad es evitar tratamientos, procedimientos y exámenes innecesarios”. Para estimular las conversaciones, Choosing Wisely propone cinco preguntas para decidir mejor:

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1. ¿Necesito realmente este tratamiento, este examen, este procedimiento?

2. ¿Cuáles son los riesgos o las desventajas?

3. ¿Cuáles son los posibles efectos colaterales?

4. ¿Hay opciones más sencillas, más seguras?

5. ¿Qué sucedería si no me sometiera a ningún tratamiento?

Al lado de las preguntas, en la página, hay dos globos, uno naranja, otro gris (creo que es gris, tengo daltonismo); uno dice: “Soy un paciente”; el segundo tiene la inscripción, “Soy clínico”. Los globos, así lo leo, dialogan entre sí. Tienen mismo tamaño, misma posición, misma letra. Son iguales.

Las preguntas son muy pertinentes. Su diseño es sencillo y adecuado. Dos lecturas: las preguntas subrayan la autonomía y el derecho de saber de los pacientes: dejan de ser objeto de decisiones médicas. Segunda: las preguntas no son fáciles de responder. Médicos avezados tendrían dificultad para contestar con certeza todas las cuestiones; las réplicas para unas enfermedades serían sencillas, para otras no. Tanto las preguntas como las respuestas dependen de muchos factores: sobresalen edad, enfermedades previas, naturaleza, pronóstico y gravedad de la patología.

La pregunta 1 depende de la certidumbre del médico en cuanto al diagnóstico y al tratamiento. Los exámenes y procedimientos sólo tendrían cabida si modificarán la decisión del médico; de no ser así, es inútil y en ocasiones dañino no sólo realizar procedimientos sino solicitar exámenes y no saberlos interpretar. Y agrego: imposible obviar la escasez de recursos.

La pregunta 2 es, en general, fácil de responder. Los clínicos responsables y comprometidos deben estudiar primero los efectos negativos de los fármacos y los riesgos de los procedimientos antes de prescribir o solicitar exámenes/procedimientos.

La pregunta 3 no es compleja: en general se conocen bien los efectos colaterales de los medicamentos y se saben los riesgos de los procedimientos. En algunas ocasiones, como sería alergia a antibióticos, es imposible predecir el efecto dañino.

La pregunta 4, muy adecuada, carece de respuesta. Para saberlo se tendrían que hacer estudios científicos para comparar la medicina alópata con otras terapias.

La pregunta 5 es también compleja. Abre un gran abanico. En casos de cáncer terminal la respuesta es sencilla. En casos, inter alia, como dolor bajo de espalda, migrañas o diarreas crónicas, las respuestas son difíciles: muchas enfermedades desaparecen sin hacer nada.

La inexactitud de las enfermedades y las diferencias entre personas son universales. El cuestionario previo debe discutirse sin cortapisas, sin ambages. Aunque no siempre todo lo que el enfermo quiere saber tiene respuesta, el diálogo amistoso con el médico que conoce los límites de la Medicina es indispensable y sano.

Notas insomnes. En México debería ser obligatorio que los médicos respondan cuestionarios similares.

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