Arnoldo Kraus

El humano de Buridán

En el siglo XXI, por Trump, nuestra especie tiene la posibilidad y obligación de escoger entre más de dos ideas y posibilidades

20/11/2016 |02:17
Redacción El Universal
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Recurro a las lecciones de viejos maestros. Recurro a ellas convencido de que sus enseñanzas, cuando se trata de entender el poder del Poder, son útiles (Pasolini escribía Poder con mayúscula). Mucho sirve leer el pasado. El humano de Buridán es el humano lobo, nuestro lobo, el de 2016, el del siglo XXI, el del Mal de los filósofos. El título proviene de la paradoja del Asno de Buridán. La paradoja, en esencia absurda, es como sigue: un asno, incapaz de elegir entre dos montones de heno para satisfacer sus necesidades, termina muriendo de inanición. La lección —repito, proviene de una paradoja absurda— es la siguiente: el animal, a pesar de tener la posibilidad de comer, no lo hace porque ignora cual de los dos montones de heno es el más adecuado.

En el mundo Trump los estadounidenses eligieron al show man como su presidente por razones similares a las del asno: voto a voto, pesaron igual las siniestras y misántropas propuestas de Trump que los rencores contra Clinton. Y si bien el asno no escogió entre un montón y otro, no elegir es una forma de elegir. Lo mismo sucedió en el mundo Trump: los estadounidenses optaron por votar por él a pesar de todo… Continuando con el Humano-asno de Buridán, comparto otro ejemplo proveniente de la misma paradoja. Medítese, por ejemplo, en una mujer que ama a dos hombres y no logra, tras muchas deliberaciones, decidir quién es el más adecuado. La cuestión es la siguiente: ¿puede perderlos a ambos por culpa de su indecisión a pesar de sentir lo mismo hacia ellos?

En la elección de Trump los votantes escogieron a Trump por miedo. Pesó mucho el temor (punto nodal de la campaña de Trump) y pesó mucho el desprecio hacia Hillary por su pasado político (eso dicen quienes antes votaban por los demócratas y ahora lo hicieron por los republicanos). Temor y desprecio: binomio amargo. Infundir temor como arma política y sentir desprecio hacia los políticos, por su historia, por formar parte de dinastías gastadas, fueron, entre otros avatares, simiente para el triunfo de Trump.

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Una de las mayores convulsiones del siglo XXI ha sido la elección del nuevo presidente estadounidense. En nuestro país, y en las naciones no dominadas por populismos de ultraderecha, nada positivo anuncia el mundo Trump. En las naciones europeas, donde el desprecio hacia los otros crece cada vez con más fuerza, su llegada es bienvenida. La foto del magnate, hace pocos días, con Nigel Farage, impulsor del Brexit anuncia sus alianzas con la derecha populista europea. Con el fondo de una pared dorada, como marco de sus áureas ambiciones, el retrato de ambos populistas recorrió el mundo. Provoca horror observarlos: demasiado sonrientes, demasiado seguros.

En 2017 otra historia dará inicio. El triunfo de Trump no debe sepultar las buenas intenciones y las esperanzas. Al contrario. Su llegada exige respuestas. Aunque no se sabe qué hará y qué no hará el bocazas, su victoria debería ser un acicate para México y el mundo. No convertir nuestra existencia en humanos de Buridán es obligatorio. A diferencia del asno de Buridán, en el siglo XXI, nuestra especie, no a pesar, sino por Trump, tiene la posibilidad y obligación de escoger, a diferencia del asno, entre más de dos montones de heno, entre más de dos ideas y posibilidades. El triunfo del show man obliga. Trump enfrentará tiempos difíciles. Hay una relación inversamente proporcional entre su casi nula capacidad política e intelectual y los encuentros venideros con medios y mandatarios no populistas. La inteligencia, las preguntas y las razones lo desnudarán.

Bajo ese telón de fondo Trump será Trump a pesar de él. Amante de las cámaras y los reflectores, su periplo por el mundo no será fácil. Por ahora, como reza la canción de Queen, The Show Must Go On (El espectáculo debe continuar), Donald seguirá en el escenario pero no por mucho tiempo. No podrá afrontar las turbulencias dentro de su nación ni las afrentas de políticos, intelectuales y prensa no afines a su ideología. Los populismos más feroces y los compañeros de camino de Trump están de fiesta. La fiesta se puede y debe interrumpir.

Notas insomnes. El asno es un asno (aclaro, no los desprecio). No permitamos que Trump nos convierta en humanos de Buridán.

Médico