Es conocida la frase inicial del Manifiesto del Partido Comunista, o Manifiesto Comunista de Marx y Engels: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo…”. La idea de Marx y Engels viene a colación en México no por su ideología ni por la idea del espectro, sino por la realidad. Nuestra nación vive dominada, de cabo a rabo, por una epidemia cuyos signos fundamentales son desasosiego y desconfianza; ambos malestares recorren nuestro país, ambos reclaman respuestas y urgen cambios. Al igual que los ideólogos del comunismo exigían modificaciones, la nación mexicana aguarda con impaciencia respuestas puntuales a incontables problemas.

Si los índices de popularidad sirviesen, la mayoría de los encargados de regir el país y cuidar a sus habitantes, considerarían dimitir. Dimitir, en una ocasión sugerí, es un principio ético. Quien no está de acuerdo con acciones en su entorno y no las denuncia, se convierte en cómplice. Quien observa dislates y disparates en la toma de decisiones de sus colegas y sigue compartiendo casa, es corresponsable.

La (im)popularidad de Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera (yo vivo en el Distrito Federal, no en la Ciudad de México), y de la mayoría, quizás de todos nuestros políticos, tiene significado. Los números hablan. Los ejemplos significan: en Europa, Japón y Estados Unidos, no es infrecuente que las figuras gubernamentales renuncien cuando fallan o cuando la opinión pública cuestiona su quehacer.

La popularidad de Mancera, su aprobación, en septiembre de 2016, oscila entre 24 y 30%; la de Peña Nieto es de 32%. Niveles bajos, muy bajos. Las oficinas de contadores públicos, médicos o abogados con números similares se encuentran vacías o semivacías.

Desasosiego tiene apellidos: miedo, inquietud, desconfianza, enojo e incertidumbre y conlleva sinsabores; cuando privan los adjetivos previos es difícil encontrar, y en ocasiones imposible, personas en quienes confiar, en quienes depositarse. Esa es otra de las caras feas de la moneda: si no se admira a quien cuida, vela y rige los destinos del país y sus habitantes, ¿qué sigue? Admirar es necesario. Admirar evoca actitudes sanas: imitar actos, alimentar ideas, y querer semejarse a quien se admira, siembra. Falta una encuesta en nuestro país. Una sencilla. Una con sólo una pregunta: ¿a quién y a cuántos servidores públicos admira?

Impopularidad y ausencia de líderes sólidos, éticos, estudiosos, dignos de admiración, es una mezcla peligrosa. La epidemia mexicana dominada por desasosiego, desconfianza y desesperanza se multiplica ad nauseam por la ausencia, casi absoluta, de figuras públicas éticas. México está enfermo. Lo sabemos los habitantes. No lo saben, lo ignoran o no lo manifiestan como deberían hacerlo los políticos. Si la epidemia que nos domina sigue multiplicándose las manifestaciones de desobediencia civil aumentarán. Si el Estado fallido —México lo es— no encuentra cómo sanar sus enfermedades, el narcotráfico seguirá siendo opción para quienes carecen de trabajo y oportunidades.

La desconfianza, pilar de la epidemia, corroe. Imposible confiar en políticos impopulares y en sus números alegres. El júbilo del gobierno no lo comparte la ciudadanía. Somos, nos dicen, la décima o duodécima economía del mundo. Somos, lo sabemos, una nación donde más de la mitad de la población es pobre o muy pobre. No forman parte de la potencia económica del México de los políticos quienes mueren de hambre o carecen de futuro por las mermas cerebrales secundarias a desnutrición adquiridas in útero o en los primeros años de vida.

Desconfianza: ¿renunció Luis Videgaray o Peña Nieto lo exigió? ¿Fue, cómo se dice, la razón del final la impensable visita de Trump a México idea exclusivamente del ex ministro de Hacienda? Se ha dicho que Videgaray fue el artífice de la visita de Trump a México, ¿es cierto?, ¿lo ignoraban los miembros cercanos del gabinete?, ¿no lo sabía Claudia Ruiz Massieu, ministra de Relaciones Exteriores? Si los chismes son veraces, ¿por qué ningún político renunció ante un evento tan execrable como fue la visita del execrable Trump?

Preguntas sobran, respuestas faltan. La desconfianza recorre y se reproduce sin freno. Bien harían los políticos en leer sus niveles de impopularidad. Las encuestas pueden mentir o estar amañadas. La realidad poco miente. Bien les haría caminar a solas por las calles de su país. Ahí, en las calles, conocerían su estatura.

Notas insomnes. Nuestros fantasmas, lamentablemente, no son sólo fantasmas.

Son de carne y hueso.

Médico

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