¿Qué es peor, la corrupción o la violencia?; ¿qué asfixia más, la pobreza o la inseguridad?; ¿qué decir de la falta de esperanza, del hastío hacia nuestros políticos?; ¿cómo afrontar las amenazas generadas por el fenómeno Trump?; ¿cómo soslayar, aunque Estados Unidos no represente la bandera de la legalidad y la justicia, la preocupación de nuestros vecinos por la situación de los derechos humanos en México, por los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa?, en el mismo tenor, ¿tenemos elementos para afrontar las exigencias de siete organizaciones argentinas defensoras de los derechos humanos, las cuales, en la reciente visita de Peña Nieto le solicitaron “el cumplimento urgente de sus obligaciones internacionales” en la prevención y esclarecimiento de los delitos de lesa humanidad, y, para cerrar, por falta de espacio, qué decir, entre tantas cosas que deben decirse, del aumento de la gasolina para paliar la quiebra de Pemex, cuando quienes consumimos gasolina —todos los mexicanos— no tenemos que ver ni con el mal manejo ni con los hurtos de la empresa petrolera. Un largo párrafo que podría seguir ad nauseam, si continuase enlistando las incontables pifias de la política mexicana.

Para las firmas extranjeras afincadas en México la corrupción es peor que la violencia; para los connacionales que desean abrir un negocio, la corrupción y la violencia son cánceres semejantes; para los pobres que no encuentran cómo satisfacer sus necesidades, la escasez de dinero es más grave en el día a día que la inseguridad, aunque a la larga, nunca lejana, la pobreza genera inseguridad y ésta profundiza la pobreza: quienes carecen de un Estado protector, de un empleo seguro y no tienen acceso a empleos dignos y bien remunerados, recurren a otras actividades, i.e., narcotráfico. La ausencia de esperanza, vivencia muy frecuente en la mayoría de los mexicanos, soslayada y no atendida por el gobierno, es una enfermedad grave que genera enojo y violencia, tal y como ahora la vivimos por la falta de acuerdos entre gobierno y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. En el mismo tinglado, la desesperanza deviene hastío, enojo, desconfianza y falta de credibilidad, factores cuya suma sepulta la autoridad del gobierno e invita a la desobediencia civil. Las mentadas estadísticas acerca de los índices de impopularidad de Enrique Peña Nieto reprueban al gobierno pero no reflejan el meollo del asunto: la orfandad y el temor de muchos segmentos de la población por la situación del país. ¿Cuánto más puede hundirse la nación?, ¿cuántas sandeces más, como el divorcio ejemplificado por las métodos utilizados por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística para medir los ingresos en los hogares y refutados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, organismo encargado de medir la pobreza en el país, podemos tolerar? A la orfandad, y a los temores generados por la absoluta falta de tino de nuestros gobiernos ahora se suma el fenómeno Trump. Aunque el payaso no gane, sus demoniacos discursos y afrentas contra México y lo mexicano deberían alertar, si acaso hay quién escuche, a quienes dirigen, si acaso dirigir es palabra adecuada, la economía de México; Estados Unidos es nuestro principal socio económico. El 80% del comercio internacional lo realizamos con ellos y es la única nación con la que tenemos superávit comercial; las plantas automotrices exportan 44 mil millones de dólares anuales y las remesas de los inmigrantes aportan 22 mil millones de dólares cada año. Si el inefable Trump triunfa, ¿qué sucederá en México? Otro párrafo largo, sin puntos y aparte, insuficiente para mostrar el desorden en el cual nos encontramos sumidos.

¿Es veraz la opinión siguiente?: “La ausencia de un Estado de derecho sólido es un desincentivo para la inversión y la generación de empleos formales. La corrupción genera incertidumbre sobre las reglas del juego y eso afecta negativamente a todas las empresas”, señaló Ana López Mestre, vicepresidenta de la American Chamber en México. Sí, la opinión es veraz: la semana pasada seis empresas estadounidenses decidieron trasladar sus operaciones a Canadá y a su propio país. Veraz y terrible: ¿quién suplirá los puestos de trabajo perdidos?

Notas insomnes. Corrupción y violencia son un binomio terrible. Asfixiado por esa suma se encuentra el país.

Médico

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