Arnoldo Kraus

Enfermedad y vergüenza

14/08/2016 |01:14
Redacción El Universal
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Las enfermedades tienen múltiples caras. Las más visibles son el daño físico y los cambios generados en la autoestima y en la percepción del nuevo yo del afectado. El nuevo yo, así lo denomino, proviene del impacto y de los cambios producidos por la enfermedad, en el cuerpo y en la autoestima. Muchas veces resulta difícil lidiar con el nuevo cuerpo: degradación, humillación, indignidad y vergüenza son vivencias asociadas cuando la patología irrumpe. Otras caras de las enfermedades, también insoslayables, provienen de las mermas económicas, de la marginación, del saberse vulnerable, de la imposibilidad de continuar la vida como antes, y de la idea, muchas veces antes negada, de la propia muerte.

La pérdida o la modificación de la autoestima puede causar, en algunos enfermos, vergüenza. En la Medicina contemporánea, rápida y tecnológica, impersonal y poco empática, es infrecuente que los médicos se enteren de la vergüenza que experimentan algunos enfermos. La vergüenza no es diagnóstico médico, pero si es un fenómeno que puede actuar en contra del afectado cuando éste no lo manifiesta o el galeno no se percata de las mermas emocionales. Tratar la enfermedad con fármacos y descuidar la autopercepción que tiene el afectado de sí mismo puede ser insuficiente.

Cuando la autoestima disminuye, muchos enfermos, sobre todos quienes carecen de un marco social o familiar protector, temen ser estigmatizados. La estigmatización es frecuente en Medicina; si a ese fenómeno se agregan vilipendio o deshonor, vivencias afines a vergüenza, la situación del enfermo se complica. Años atrás la tuberculosis y el cáncer eran las enfermedades que más estigmatización producían; después surgió el sida; en la actualidad, aunque para muchos la pobreza no es enfermedad, para mí sí lo es: quienes sufren patologías secundarias a la pobreza son víctimas de estigmatización; causas subyacentes son maltrato médico y la ausencia de marcos sociales adecuados, propios de la pobreza.

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Estigmatización y vergüenza son vivencias de la pobreza. Ese binomio es perverso: los afectados no acuden a consulta por pena o por el temor de sentirse humillados. Retrasar la atención deviene agravamiento de la patología. Ejemplos sobran: hemorragias por abortos mal practicados, diarreas como causa de muertes en menores en zonas rurales, úlceras cutáneas en viejos desnutridos que no salen de la cama, todos, problemas frecuentes en grupos marginados. No acudir al médico, por vergüenza, por carecer de elementos sociales y económicos para dialogar, agrava la patología.

Quienes no acuden al doctor por sentirse degradados, o lo hacen tardíamente, suelen no contar toda la historia de sus males; muchos no lo hacen para protegerse, por pena, o por sentirse vulnerables y no arropados por su doctor. Las corrientes médicas que enfatizan la necesidad de la empatía como pilar fundamental del tratamiento tienen razón; los enfermos que limitan la información ofrecida —abuso sexual, maltrato familiar, haber sido despedido del trabajo—, tal vez mejoran del síntoma por el que acuden a la consulta —por ejemplo, dolor de cabeza—, pero no mejoran globalmente si el médico no se percata del origen de la cefalea.

Hay quienes no comparten todas sus dolencias por temor y/o desconfianza. Pensemos en los casos de las mujeres indígenas en Guanajuato que abortan, no siempre motu proprio, y que deciden no compartir su historia por la certeza de que el médico fungirá como galeno y como agente de la policía; ¿cuántas de ellas están encarceladas en Guanajuato? Otros enfermos, “no se abren y no se entregan”, por no confiar en el médico; cuando no se establecen relaciones empáticas el afectado minimiza la información, lo cual resulta, como ya escribí, en su propio detrimento. Pensemos en la impersonalidad que priva en las relaciones médico-paciente en los centros de salud, atestados, sobrepasados; no hay espacio para la escucha, para el diálogo. Otros, tras experimentar humillación y maltrato en consultas previas, no acuden al médico.

La vergüenza es un fenómeno frecuente en los enfermos. No existe instrumento médico para evaluarla. Si el paciente no cuenta toda su historia por vergüenza, y el doctor no se entera de eso, la consulta queda trunca. En la Medicina contemporánea son magras las posibilidades de cambio a favor de la relación medico-paciente. No en balde el creciente número de demandas contra médicos. No en balde el turismo de pacientes en busca de galenos que entiendan no sólo, su enfermedad, sino su persona.

Notas insomnes. Aunque no existen instrumentos para evaluar la vergüenza en la consulta médica es fundamental que el doctor se entere del fenómeno y actué.

Médico