Arnoldo Kraus

Desobediencia civil

Diferir, disentir, protestar, no acatar órdenes impropias o con las que no se está de acuerdo, es derecho y privilegio del ser humano

24/07/2016 |01:14
Redacción El Universal
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Admiro la desobediencia y admiro profundamente la fuerza de la desobediencia civil. Algunos sátrapas, por desgracia pocos —Mussolini, Gadafi, Ceausescu—, han caído y han sido ajusticiados por el hartazgo de la sociedad. La desobediencia civil es un acto contrario al Poder y es un bien social. No suele gustar por sus posibles consecuencias negativas —violencia, asesinatos, robos—. Sin embargo, puede ser un ingrediente necesario cuando el fastidio de la sociedad, abrumada por el mal uso del Poder, por los hurtos, por la corrupción y por la impunidad, busca modificar las enfermedades generadas por políticos incompetentes y ladrones.

En México, como sociedad, hemos reprobado: ¿cuántos políticos se encuentran encarcelados?, ¿cuántos deberían estarlo? Desconozco las cifras. Sé que las diferencias son abismales. El Instituto Nacional de la Trasparencia, o una organización afín, debería organizar una encuesta cuya cuestión fundamental versaría sobre la valoración ciudadana del desempeño de algunos gobernadores y la necesidad de juzgarlos, y en caso necesario, encarcelarlos; Javier Duarte en Veracruz, Roberto Borge en Quintana Roo o César Duarte en Chihuahua, son candidatos idóneos.

La desobediencia civil corresponde a diversos ámbitos, entre ellos, la ética. Diferir, disentir, protestar, no acatar órdenes inapropiadas o con las que no se está de acuerdo, es derecho y privilegio del ser humano. En un mundo y en un país tan dispar como el nuestro, la desobediencia civil es necesaria. Javier Sádaba escribe, “…en una sociedad democrática (si la sociedad no es democrática, el problema desaparece puesto que no habría nada a lo que obedecer; o, más bien, habría que desobedecer a casi todo), una parte de dicha sociedad se niega a obedecer y lo hace, en principio, de forma pacífica” (Diccionario de ética, Planeta, 1997, España). Antes, mucho antes, el gran Henry David Thoreau, dictó una conferencia en enero de 1848 intitulada, Los derechos y obligaciones del individuo en relación con el gobierno, la cual se publicó un año más tarde bajo el nombre Resistencia al gobierno civil y no, como bien lo explica Sebastian Pilovsky, con el nombre Sobre el deber de la desobediencia civil (Thoreau Henry David, Desobediencia Civil, Tumbona Ediciones, 2012, México). Thoreau, fiel a sus escritos, se negó a pagar sus impuestos, motivo por el que fue encarcelado. Dos eran sus razones: no quería colaborar con un Estado —se refería a Estados Unidos— que mantenía el régimen de esclavitud y que emprendía guerras injustificadas (en aquel entonces contra México).

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Pilovsky, traductor de la obra, escribe en el prólogo: “¿En qué consiste la desobediencia civil? ¿Cómo definirla? Aventuro una caracterización de lo más sucinta: se trata de una forma de participación política que, a través de la violación de la ley, denuncia una injusticia con el fin de remediarla por vías pacíficas, siempre en el marco general del respeto al Derecho”. Aunque concuerdo con la idea de Pilovsky —recomiendo leer el libro, tanto la traducción como el prólogo son magníficos—, difiero de las palabras finales de la definición, “…siempre en el marco general del respeto al Derecho”. ¿Qué hacer cuando el Estado no respeta crónicamente el derecho de la ciudadanía? Imposible acatar el marco general del Derecho cuando quienes ostentan el Poder lo violan sin cesar. Imposible hablar en voz queda y con las manos atadas cuando el cúmulo de humillaciones, robos, latrocinios, y la ausencia de justicia superan toda esperanza.

Son cuatro los puntos cardinales de la desobediencia civil:

1. Quienes desobedecen son personas comprometidas con la sociedad.

2. La finalidad es mejorar la vida de la comunidad.

3. El acto debe ser público.

4. Es un deber cívico vinculado con la justicia.

Los cuatro puntos conllevan principios éticos. Mejorar la situación de la sociedad y bregar por la justicia son rubros que conciernen a esa disciplina. Aunque la desobediencia civil no siempre, quizás casi nunca —Carlos Menem sigue libre, Pinochet murió en Chile cobijado por los suyos—, genere los cambios deseados, fomentarla y llevarla a cabo es necesario; al menos consigue incomodar un poco a políticos irresponsables y ladrones.

¿Es la desobediencia civil un acto ético? Leer el mundo, y/o vivir en México permite responder: sí, es un acto ético. Son incontables los agravios contra los seres humanos y sus derechos. Son inenarrables la injusticia, las muertes injustificadas y los niveles de corrupción e impunidad. La suma previa hace de la desobediencia civil un acto ético y necesario.

Notas insomnes. Aparte de los políticos, ¿habrá un mexicano que no sueñe con encarcelar a alguno o algunos de ellos?

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