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En el Día de las Madres es gratificante recibir una carta, un regalo, unas flores y ver a nuestros hijos cantar y bailar en un festival. Sin embargo, también es un día para reflexionar acerca de la importancia de las madres en el desarrollo de las comunidades.
En estos tiempos en los que la mujer es también un factor económico importante, en el que no podemos desperdiciar un solo recurso para enfrentar el enorme desafío de nuestro tiempo para perseguir un mundo más justo, más próspero y más pleno, las mujeres no podemos permanecer como observadoras. Debemos entender que somos protagonistas de los cambios que se están gestando y que podemos hacer los ajustes necesarios si estamos conscientes de nuestro poder y responsabilidad.
Todas las mujeres, en especial las madres, son un importante agente de cambio social. Además de sostener la estructura familiar, las madres destinan una mayor parte de sus ingresos a la educación, nutrición y salud de sus hijos. De esta forma inciden en la ruptura de la pobreza intergeneracional, impulsan el desarrollo social y fomentan el bienestar de sus familias y comunidades. Asimismo, nuestra influencia impacta de manera significativa la vida y el desarrollo de los niños, quienes serán líderes y agentes de cambio en el futuro.
Los efectos de nuestra labor formativa de hoy se sentirán muchos años adelante, a favor o en contra. La influencia materna es piedra angular en el desarrollo humano porque somos la primera persona que nuestros hijos conocen y aman, y por lo tanto un factor prominente en el desarrollo emocional del niño y del futuro adulto. No necesitaría agregar nada más para entender la razón de celebrar el Día de las Madres y el porqué de nuestra trascendencia en la vida de todo ser humano.
Las madres construimos las bases para que nuestros hijos desarrollen sus propias relaciones afectivas, como la elección de la pareja y la forma en la que más adelante se comportarán como padres. Los conducimos y orientamos en el manejo de sus emociones que marcarán su carácter y definirán su propia visión del mundo que los rodea. Tenemos la oportunidad de contribuir en la formación de individuos independientes, empáticos y libres, que no sean indiferentes ante las injusticias y lleven en alto los valores de respeto, tolerancia y, sobre todo, amor en todas sus expresiones.
Buscar el equilibrio no es fácil, somos seres humanos llenas de dudas y de fallas. No hay madre que sepa de antemano como serlo, pero tenemos un instinto que nos va guiando de acuerdo a nuestras creencias, nuestros valores, y el gran amor que se gesta desde que concebimos. La maternidad es una tarea compleja que exige mucho esfuerzo, atención y responsabilidad; pero también está llena de dichas y es un gran proceso de aprendizaje. Nuestros hijos también son nuestros mentores.
La aventura de ser madre es uno de los viajes más valiosos y enriquecedores que podemos emprender como mujeres. En mi caso, la maternidad transformó mi mundo entero y me enseñó el amor más profundo y honesto. Mi recomendación a todas las madres es que no hay un “modo perfecto”.
Hay que confiar en la sabiduría que está en nuestro interior y hacerle caso a la intuición. Las circunstancias nos llevan a elegir la mejor forma de enfrentar cada etapa para poder vivir la maternidad plenamente. Pasen más tiempo disfrutando cada instante del proceso, y menos tiempo preocupándose por ser perfectas.
Fundadora de la Fundación Angélica Fuentes