No es por nada que se llama a los periodistas el cuarto poder, ya que son los ojos y oídos de los ciudadanos que permiten que estos fiscalicen y sigan lo que hacen sus representantes electos y las otras fuerzas de la sociedad. Sin una prensa independiente y capaz de dar seguimiento a lo que pasa en la sociedad, los ciudadanos pierden su independencia y capacidad de monitorear lo que ocurre alrededor de ellos.

En años recientes, los grupos del crimen organizado y, en algunos casos, autoridades coludidas con ellos, han entendido esto y tratado de silenciar a periodistas que empiezan a descubrir y denunciar sus métodos y operaciones, sus cauces. México se ha vuelto uno de los lugares más peligrosos en el mundo para ejercer la profesión periodística. A pesar de eso, hay muchos reporteros que siguen atreviéndose a buscar la verdad, aun con los grandes riesgos que esto implica, pero en muchos lugares donde el crimen organizado goza de impunidad, los periodistas también aprenden a cuidarse y no siempre seguir todas las pistas que tienen enfrente.

En lugares, en cambio, donde los ciudadanos han podido enfrentar al crimen —como en Baja California, Chihuahua, Nuevo León y Michoacán, entre otros— casi siempre son los periodistas quienes han estado al frente de los movimientos para retomar sus estados, revelando los nexos de impunidad y dando armas a los ciudadanos para hacerle frente a los grupos criminales y a sus redes de apoyo oficial.

A pesar de que los gobiernos de México y Estados Unidos han tenido un esfuerzo conjunto extenso para enfrentar a los grupos del crimen organizado que se mueven en ambos países, el tema de la defensa de los periodistas ha sido un tema poco comentado, con la excepción de un programa de Freedom House muy importante, manejado por la experta en derechos humanos Mariclaire Acosta. Sin embargo, en cuanto a la cooperación en inteligencia para intervenir a los grupos del crimen organizado, el tema de los ataques a los periodistas ha tenido poca importancia, por lo menos hasta ahora, ya que la gravedad del problema crece y ahora requerirá acciones concretas para atacarlo.

¿Qué tal si los dos gobiernos elevaran el tema de los ataques a los periodistas a otro nivel y decidieran coordinarse para enfrentar a los grupos que intenten silenciar al cuarto poder? La propuesta es sencilla: se decidiría qué blancos perseguir en la su cooperación binacional contra grupos criminales tomando en cuenta los casos de amenazas o acciones violentas contra periodistas, y este trabajo conjunto debería tener las mismas características que ahora tiene la lucha para atrapar a los líderes de los cárteles, y lo trabajarían juntos ambos gobiernos como ahora lo hacen con los líderes de los cárteles de la droga. Este trabajo en conjunto daría aviso a los grupos criminales que atacar a un periodista les generaría consecuencias reales, especialmente fuertes y mucho más determinadas, en respuesta a sus amenazas, que cualquier otro acto delictivo que cometan.

Desde luego, las agencias de los dos gobiernos seguirían trabajando juntas para desmantelar a los grupos del crimen organizado y para localizar a sus cabecillas, pero darían una prioridad especial a investigar y perseguir a los líderes de cárteles que se involucren en actos violentos contra la prensa, dada la gravedad que tienen estos actos para la sociedad y para la lucha contra la impunidad. Esto no resolvería al problema, pero sí podría ejercer un factor disuasivo contra los que quisieran atacar al cuarto poder para neutralizar a la sociedad y sobretodo garantizaría a los periodistas el lugar que deben tener en una democracia como la mexicana.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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