En el Congreso de Estados Unidos se vivió la semana pasada un espectáculo inédito, donde el ex director del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en ingles) denunció al presidente de Estados Unidos, quien lo había despedido pocas semanas antes, llamándolo mentiroso y alegando que el jefe de Estado lo había despedido para impedir la investigación que él perseguía para determinar si había delitos cometidos por el equipo de campaña del presidente en su relación con el gobierno ruso.
Aunque parece difícil de creer, en EU hay una larga tradición de independencia del FBI y de la Oficina del Fiscal General en cuanto a su rol en investigaciones que tocan al Ejecutivo, y es algo que en general se ha respetado. Pero de pronto se abre la pregunta de si el presidente trató o no de incidir en la independencia de una investigación.
Sin duda, las declaraciones de James Comey ante el Congreso no le ayudaron nada a Trump, y el comportamiento del ex director del FBI, sereno, seguro, logró levantar cuestionamientos legítimos sobre la conducta del presidente y si trató de interferir en la investigación. Se reforzó la idea, ya mayoritaria entre el publico de EU, de que el presidente Trump cometió un gran error al despedir a Comey durante una investigación que tenía que ver con él y sus más allegados.
Sin embargo, tampoco queda tan claro si hay evidencia de un crimen que merecería un castigo de parte del Congreso al presidente o a su equipo —mucho menos un impeachment, es decir el desafuero y remoción, como plantean algunos demócratas. Ni tampoco queda claro si Trump quiso realmente cerrar la investigación o mas bien suavizarla.
La atención constante al tema de si el presidente cometió o no un crimen sigue pendiendo como la espada de Damocles sobre Trump y su administración, quitándole credibilidad y reduciendo su margen de manejo, pero no es tan evidente que terminará en su salida. Su base de apoyo —una minoría importante de la población— simpatiza con Trump y siente que los demócratas lo están persiguiendo con este asunto, mientras que la mayoría sí se preocupa que se esclarezca la situación, pero tampoco está convencida de que se haya cometido un crimen.
Es probable que Trump sigue hundiéndose gracias al escándalo —y más con su tendencia a sacar tuits a cada rato para combatir las acusaciones—, pero que no termine del todo hundido, sino sólo hasta el cuello. Al final, el escándalo quitará inercia a su agenda política y lo dejará debilitado políticamente, pero seguirá vivo.
Y cruzando el Atlántico, las elecciones en el Reino Unido generaron un resultado inesperado —un gobierno conservador de minoría que preserva la administración de la primera ministra Theresa May, pero también muy debilitada. En su partido la habían presionado para llamar a una elección temprana, la cual ella resistió hasta que no pudo más y lo hizo. A May no le gusta la política, sino el ejercicio de gobernar, y resultó ser pésima candidata en su primer intento como líder de su partido. Un poco como Hillary Clinton, es una gobernante responsable e inteligente, pero le falta el gusto por el deporte político, necesario para ganar elecciones. En vez de reforzar su mayoría, termina con un gobierno de minoría. Y los laboristas no logran llegar al poder, pero si hicieron avances importantes. Muchos políticos en el partido laborista lamentarán que se terminó fortaleciendo el líder del partido, Jeremy Corbyn, quien goza de poco apoyo entre la clase política, pero de uno considerable entre la base del partido.
Hubo algunos avances importantes, notables en las elecciones británicas. Un número sin precedente de mujeres llegarán electas al parlamento británico y hubo un aumento significativo del voto joven. También se fortalecieron los dos partidos principales, que se llevan más de ochenta por ciento del voto juntos, lo que va en contra de la tendencia global a una mayor fragmentación política.
Frente al escenario político en Estados Unidos, en que la política llega a su nivel mas bajo y burdo, los europeos (Francia hace unas semanas y ahora Reino Unido) parecen estar poniendo el ejemplo de cómo debatir la política con seriedad. Tanto May como Trump se ven debilitados, pero en el caso de la mandataria inglesa es por la decisión democrática, mientras que en el caso del mandatario estadounidense es más bien a consecuencia de errores garrafales de juicio.
Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson