No hay otro tema más emotivo para los votantes conservadores que eligieron a Donald Trump, su base política y la base del partido republicano, que el de la salud.
Han pasado siete años atacando la reforma de salud que se hizo durante el mandato de Barack Obama, llamada Obamacare, y prometiendo revertirla en cuanto se fuera Obama de la presidencia. Pero en su primer intento de hacerlo, Trump tuvo que aceptar la derrota por no poder reunir suficientes votos republicanos en la Cámara de Representantes para derogar la ley y reemplazarla con una alternativa republicana.
Para Trump ha sido una lección importante, pero aún no sabemos si la ha aprendido. Gobernar es difícil. Se requiere más que amenazas a la bancada republicana y a los opositores demócratas, más que declaraciones bravuconas, más que promesas al público estadounidense. Se necesitan tacto político, construcción de coaliciones amplias, paciencia. Trump ahora no es el director de una empresa grande, sino el líder de un gobierno plural y fragmentado, en el que los avances dependen no de demandas tajantes desde la Casa Blanca, sino un hábil teje y maneje entre legisladores que tienen cada uno su propia agenda política y personal.
Todavía es posible que Trump y Paul Ryan, el líder de los republicanos en el Congreso, logren sacar una propuesta consensuada entre republicanos sobre el sistema de salud, pero por ahora dice Trump que va a dejar que Obamacare caiga por su peso propio, algo que no parece ser muy probable, y regresará al tema cuando ya no haya más remedio. Si así lo dejan, habrá muchos republicanos convencidos que vayan perdiendo fe en su partido.
Sospecho que esto es un parteaguas para la Casa Blanca, que ha puesto sus miras en una serie de temas que requieren del aval del Congreso, que van de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hasta una ambiciosa reforma del sistema fiscal. Si no se puede sacar adelante el tema más importante para su partido en el Congreso, ¿qué posibilidades tienen estas otras iniciativas complejas y sumamente controversiales?
No me queda claro si la administración que lidera el presidente Trump entenderá la lección o no. Renegociar el TLCAN, por ejemplo, requerirá de una coalición amplia, probablemente sin apoyo demócrata, en el Congreso. Así también una reforma fiscal o casi cualquier otra medida importante de reforma legislativa que querrán realizar.
Quizás la derrota del viernes servirá para moderar la agenda política y llevará a mayor reflexión y cautela en sus ambiciones políticas, aunque sospecho que no será así, que esto sólo frustrará al nuevo inquilino de la Casa Blanca y lo llevará a desconfiar más del sistema democrático y sus contrapesos.
Sólo el tiempo nos dirá el efecto pleno de este acontecimiento inesperado, pero evidentemente marca la primera derrota legislativa de Trump, y se agrega a dos derrotas en los tribunales en temas migratorios que han parado iniciativas del presidente, y que juntos van mostrando que el poder presidencial no es ilimitado.
Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson