La relación entre los políticos y los medios de comunicación casi siempre es contenciosa, ya que la prensa en una sociedad democrática existe para jugar el papel de contrapeso contra el abuso del poder. Pero jamás en tiempos modernos hemos visto el nivel de ataques contra los medios que se está viendo en Estados Unidos con la presidencia de Donald Trump, quien la semana pasada declaró que la prensa era el “enemigo del pueblo” y del gobierno.
Hasta el veterano reportero Chris Wallace, de Fox News, el ancla de la prensa conservadora, respondió que Trump cruzó una línea sumamente peligrosa y defendió el rol de los medios como fuente de información confiable contra los excesos de los poderosos. Parece que estamos ante un punto de inflexión en el que no sólo se trata de criticar el contenido de los medios tradicionales, sino su existencia, con el objetivo de minar su confiabilidad y su efectividad.
Esto presenta un enorme desafío a los contrapesos democráticos que podría tener un impacto nocivo en la democracia estadounidense mucho más allá del momento actual. ¿Cómo llegamos a esto? Creo que vale la pena delinear dos procesos nuevos que hicieron posible este cambio, aunque Trump mismo es el detonador del conflicto actual por su propia conveniencia política.
Pero sin estos procesos sería imposible que descalificara a los medios de esta forma. El primero ha sido la emergencia de múltiples canales de información, posibles gracias a internet y las redes sociales, que han cambiado el lugar que tienen los medios tradicionales en la conciencia estadounidense (algo parecido está pasando en México, aunque quizás un poco más lentamente).
Cuando yo era niño en los años 70, nos sentábamos a ver las noticias en la noche en uno de los tres canales de televisión que existían y leíamos los mismos periódicos, según donde vivíamos. Esos medios no eran perfectos, pero tenían una ética periodística y una serie de normas comunes sobre lo que reportaban.
Luego se agregó Fox News en los 80 como una alternativa más conservadora, pero esencialmente siguiendo los mismos patrones de conducta noticiosa. Con la llegada de la era de información por internet, ahora hay un sinfín de medios de comunicación para cada gusto, además de blogs y sitios web con información muchas veces dirigida a audiencias muy específicas. Esto nos ha abierto el mundo a información que antes no teníamos, pero también hace difícil distinguir entre noticias bien reportadas, con ética periodística, y fuentes de información que son más opinión que noticias.
En EU ha habido una proliferación de noticieros y blogs conservadores y ultraconservadores en especial, incluyendo algunos grandes como Breitbart, que dirigió el hoy estratega presidencial Steve Bannon, y otros más chicos, que borran la línea entre noticias, opinión y propaganda. Al atacar a los medios como el enemigo, Trump quiere fortalecer a estas fuentes de información alternativas que le son mucho más favorables y neutralizar a los medios tradicionales que lo están investigando y, sobretodo, cuestionando.
También los medios tienen un poco de culpa en esta situación, si bien no merecen el desenlace actual. Ken Stern, quien fuera el presidente de la Radio Nacional Pública, escribió un artículo perspicaz con el argumento de que la prensa nacional había tomado la decisión de cubrir a Trump de una forma diferente a como lo hizo con otros candidatos presidenciales. Si bien la norma era tratar igual a ambos candidatos punteros, Trump no era un candidato tradicional, ya que mentía regularmente y expresaba posturas extremistas, y entonces decidían investigarlo a fondo.
Gran parte de los reportajes en la prensa tradicional sobre Trump resultaban ser negativos. Stern dice que se puede entender esa decisión, pero dejó muy vulnerable a los medios tradicionales a las críticas de ser antagonistas abiertos de Trump en la elección, y minó la credibilidad de la prensa tradicional con los votantes que lo apoyaban. Si bien Trump no era un candidato tradicional, quizás merecía un poco más de balance durante la campaña.
Ahora todo esto viene a colación porque Trump puede convencer a sus seguidores de que los medios tradicionales están en su contra y puede resaltar las fuentes conservadoras de información como alternativas, aunque es claro que no tienen la misma ética periodística que aquellos. Inclusive, en las ruedas de prensa de la Casa Blanca ahora incluyen a muchos de estos medios nuevos y mínimamente profesionales al lado de los medios tradicionales, para darles un estatus igual a la prensa seria.
Sospecho que lo que está haciendo Trump es una buena estrategia política a corto plazo pero una apuesta muy riesgosa a largo plazo, tanto para él como para la democracia estadounidense. Lo que los medios tradicionales tienen es una capacidad de investigación impresionante y, a pesar de los ataques presidenciales que los han debilitado un poco, un prestigio mucho más grande entre el público en general, más allá de los que apoyan ciegamente a Trump.
Los medios tradicionales ya han logrado descubrir nexos sospechosos entre dos asesores clave de Trump, primero Paul Manafort, su coordinador de campaña, y luego Michael Flynn, su asesor de Seguridad Nacional, y los dos tuvieron que salir de sus roles. Los medios siguen investigando estos nexos y otros más que tienen asesores y cercanos al presidente, así como los negocios de Trump y si los beneficia como mandatario.
Descalificar a los medios sí los debilita un poco pero no los destruye, y cuando revelan detalles embarazosos o ilegales alrededor del presidente, se vuelven a fortalecer en el ojo público por su capacidad de servir como contrapesos contra la corrupción. Thomas Jefferson, el tercer presidente de EU quien peleaba constantemente con la prensa de sus tiempos, admitió que si tenía que escoger entre un gobierno sin prensa o una prensa sin gobierno, preferiría la segunda, porque los contrapesos son hasta más importantes que el gobierno mismo.
Chris Wallace, en su defensa de la prensa, citó justamente esta frase. No creo que podamos vivir ni sin gobierno ni sin una prensa libre, y está claro que los dos juntos, aunque siempre en tensión, crean un círculo virtuoso y necesario en una democracia.
Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson