La precampaña presidencial en Estados Unidos, sobretodo en el lado republicano, ha parecido un circo, lleno de personajes y temas absurdos. Es difícil pensar en algo positivo que decir sobre este concurso, que del lado republicano incluye a un empresario bravucón y megalómano, a un cirujano que hace declaraciones inverosímiles, a una empresaria que fue despedida de sus últimos dos trabajos y un montón de políticos poco, si no es que nada, inspiradores. Del lado demócrata, una ex secretaria de Estado acusada de falta de criterio (por el uso de su email personal para temas de Estado), un senador socialista que parece más un activista que un candidato y tres políticos locales que nadie conoce a nivel nacional. Para el país todavía considerado el más poderoso del mundo no ha sido un arranque muy exitoso de la temporada (larga) de la campaña presidencial.

Hay que esperar que los candidatos maduren con el tiempo —lo cual es probable y deseable— y que tengamos más propuestas que candidatos, ya que ahora la lista incluye a más de veinte aspirantes a gobernar el país. Pero, mientras tanto, sí hay algo positivo que vale la pena reconocer y comentar y es la creciente diversidad de las opciones en la política estadounidense. Esto es un cambio impresionante en un país que sólo había tenido presidentes hombres y blancos durante más de doscientos años, por lo menos hasta que se eligió a Barack Obama en 2008.

Viendo el debate presidencial demócrata, quedó claro que es una contienda entre una sola mujer poderosa y cuatro hombres con pocas posibilidades. Hillary Clinton, quien estaba posicionada justo en medio de sus cuatro contrincantes masculinos, parecía ser dos veces más alta en estatura política que los otros. La política siempre ha sido terreno de hombres en este país, pero su partido lo está dominando ella y, a menos que una figura de la talla del vicepresidente Joe Biden entre en la contienda (lo que parece menos posible cada día), Hillary no tiene competencia real en el lado demócrata.

La diversidad no es nueva entre los demócratas; la contienda presidencial de 2008 terminó siendo una competencia entre dos, una mujer blanca (Clinton) y un hombre afroamericano (Obama), con un hombre blanco (John Edwards) y otro mexicano-americano (Bill Richardson) en los lugares tres y cuatro.

Pero en términos de diversidad, es aún más sorprendente la que muestra el Partido Republicano, que tiene una base de votantes todavía muy blanca, pero un abanico de opciones muy plural en cuanto a sus precandidatos a presidente, que incluyen dos senadores cubano-americanos, un ex gobernador blanco casado con una mexicana, que además habla en español cada vez que tiene oportunidad, un cirujano afroamericano y una mujer empresaria. De hecho, a nivel nacional, los dos gobernadores latinos —ambos mexicano-americanos— y los dos que son de ascendencia hindú, son todos republicanos. Esto marca un viraje en el Partido Republicano hacia mucha más diversidad de la que tenían hace cuatro u ocho años.

La diversidad étnica y de género entre los candidatos no garantiza en sí que se representan puntos de vista distintos en la política de los Estados Unidos, pero no deja de ser un paso importante en el proceso de construir un país cada más plural e incluyente. Cuando me desespero viendo el circo en que se ha convertido la precampaña, trato de recordar que lo que sí está avanzando en la cultura política estadounidense es la pluralidad en una sociedad que en 2050 no tendrá una mayoría racial ni étnica dominante, sino un conjunto de minorías, lo que en esta precampaña ha sido tangible y visible.

Reconocimiento. Felicidades a Jennifer Clement, escritora mexicana y estadounidense, quien fue electa el jueves como presidenta de PEN Internacional, la asociación de escritores de gran prestigio e impacto a nivel global, que ha sido presidida antes por otros grandes de la literatura universal como H.G. Wells, Alberto Moravia, Arthur Miller, Heinrich Boell, V.S. Pritchett, Mario Vargas Llosa y Homero Aridjis, por mencionar algunos. No dudo que llevará su compromiso con las y los que no tienen voz a una labor importante en esta organización, que busca dar a los escritores una plataforma para hacer frente a la injusticia.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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