Hoy en día la vida cotidiana de la mayoría de ciudadanos en el mundo no podría concebirse sin el acompañamiento de algún dispositivo móvil o tableta en los que podemos consultar, a cualquier hora, correo electrónico, mensajes, redes sociales, Internet, fotografías, calorías quemadas durante una rutina de ejercicio o tener a la mano la lectura de nuestros libros en formato digital.


Es indudable que las Tecnologías de la Información y la Comunicación nos han traído innumerables ventajas para facilitar y hacer más eficaz nuestro desempeño profesional, laboral, en la escuela e incluso, en el hogar. Es más, la economía global no podría entenderse sin esta tecnología.


Para los estudiosos de las ciencias sociales, sin embargo, está tomando un auge inusitado la atención especial a la modificación de las conductas por influencia de los teléfonos inteligentesQuizás la experiencia que nos sea más familiar y cotidiana es aquella donde las personas que usan su dispositivo con mayor frecuencia casi siempre muestran indiferencia ante su interlocutor en una  conversación y, por ende, no les incomoda  que alguien más utilice el teléfono frente a ellos. Y ¿qué tal en una comida familiar o en el número creciente de mesas en los restaurantes donde las conversaciones, las miradas y las manos están con el móvil y no con el acompañante?
Recientemente el periódico The New York Times publicó un artículo titulado “Amamos demasiado a los celulares: es momento de hablar sobre eso”, en el que precisa “la relación íntima con nuestros celulares. Dormimos con ellos, comemos con ellos y los llevamos en nuestros bolsillos. Los revisamos, en promedio, 47 veces al día, aunque si tienes entre 18 y 24 años el número asciende a 82 veces”.
En su investigación “La adicción a Internet y al móvil: ¿moda o trastorno?” los psicólogos españoles, Xavier Sánchez-Carbonell, Marta Beranuy, Montserrat Castellana y Ander Chamarro, advierten sobre la transformación en el comportamiento provocada por el uso excesivo de los móviles, misma que  ya deriva en desarrollo de adicciones y fobias  al hecho de no estar conectados permanentemente.
Al respecto, un estudio de la Universidad de McMaster en Hamilton (Canadá) concluyó que, en casos extremos, la pérdida del celular puede ocasionar una fuerte sensación de angustia, miedo y estrés relacionado, principalmente, con no poder acceder a los datos personales en el aparato.
Para quienes somos madres y padres todos esos estudios y reportes suponen una mayor preocupación no solo por la cantidad de tiempo que nuestros hijos pasan usando esas herramientas, ya sea por motivos de entretenimiento o consulta para tareas escolares, sino por los efectos nocivos que podrían causar en su adecuado desarrollo como ansiedad, alteración del sueño, obesidad, desórdenes de apego, agresión, impulsividad, enfado, tristeza y hasta depresión, entre otros.
Ni qué decir sobre la posibilidad de que el tiempo que permanecen conectados los hace susceptibles de ser víctimas del crimen organizado.
Garantizar el derecho de acceso de nuestros niños y jóvenes a las nuevas tecnologías de la información y comunicación en el proceso de enseñanza – aprendizaje para acortar la brecha digital y acercarlos a la sociedad del conocimiento, exige también la articulación de autoridades, padres de familia y gobierno para velar por su integridad física e intelectual.
En el cumplimiento de ese objetivo, la prevención es aliada fundamental, pues solo tomando medidas para combatir los efectos negativos del uso excesivo e inadecuado de la tecnología en nuestros niños y adolescentes evitaremos las consecuencias adversas; y de paso tomaremos conciencia sobre sus efectos en el resquebrajamiento de las relaciones familiares y sociales.
Para ese objetivo vale la pena tomar en cuenta algunas de las recomendaciones hechas por organismos como de la Organización Mundial de la Salud e iniciativa privada sobre el uso de celulares y otros dispositivos inalámbricos ya sean tabletas o videojuegos como:  establecer pautas y horarios, no permitir su uso a solas a altas horas de la noche, no compartir datos con extraños,  no descargar aplicaciones sin el permiso de los padres; apagarlos en clase, realizar una adecuada selección de programas y servicios que se instalan o contratan y desde luego aconsejarles permanentemente que acudan a los padres si alguien les envía un mensaje amenazador o alarmante.
Es imperativo rescatar el valor de la convivencia armónica con las personas que nos rodean y aprender a lidiar por supuesto, con la tecnología. Al respecto, la directora de una de las instituciones de educación media superior con mejores resultados en la prueba PLANEA, me compartió una reflexión acerca de su experiencia: los adultos como padres, maestros o autoridades, necesitamos estar capacitados para orientar a la niñez y a la juventud sobre el buen uso de la tecnología, porque ésta llega a sus manos mucho antes que a nuestras aulas y está más tiempo con ellos del que nosotros podemos hacerlo.


@AnaLiliaHerrera
Secretaria de Educación Estado de México

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