¿Era bueno jugar seguros en la calle para quienes tuvimos la oportunidad de hacerlo?, ¿nos gustaría que nuestros hijos pudieran hacerlo con la misma tranquilidad? O, ¿estamos dispuestos a seguir permitiendo que los centros comerciales se conviertan en los nuevos "espacios públicos de convivencia" porque son los reductos urbanos accesibles, iluminados y seguros para transitar?
¿Qué porcentaje de la población puede pagar actividades deportivas y culturales para sus hijos?, ¿existe la infraestructura pública suficiente y adecuada para que la niñez pueda ejercitarse o simplemente divertirse y convivir entre sí con seguridad o en familia?


El temor que tenemos como madres y padres de permitir que la niñez salga a las calles para sus actividades recreativas, se debe en gran medida a los niveles de inseguridad que desde hace décadas vivimos,  pero también a la falta de una estrategia de movilidad y, de nuevo, a la visión excluyente que asume sin sustento, que todos podemos subir las escaleras de un puente peatonal, que los menores pueden ser llevados por un adulto a una zona segura para jugar o simplemente al desarrollo de ciudades que privilegian el uso del vehículo, por encima del transporte público e incluso de los peatones.


El psicopedagogo italiano Francesco Tonucci, autor del libro "La ciudad de los niños", realiza una severa crítica a la forma en que las ciudades están estructuradas; y sostiene que si los niños ocupan la vía pública para jugar, en cierta medida estarían "protegidos" por el resto de la población y obviamente todos -empezando por las autoridades- estaríamos obligados a participar en brindarles garantías de seguridad desde la planeación, como debería ser.
El también integrante del Instituto de Psicología del Consejo Nacional de Investigación de Italia, destaca que en un afán por los padres de familia de alejarlos del peligro, actualmente la niñez pasa demasiado tiempo en casa.


Pero advierte: “¡Los mantenemos dentro de casa para defenderlos de los peligros externos y los dejamos precisamente en el lugar más peligroso!, porque es precisamente la casa donde –según las estadísticas- ocurre el mayor número de accidentes infantiles".


Esa afirmación está soportada con datos del Consejo Nacional de Prevención de Accidentes (2015) que señalan por ejemplo, que las caídas, quemaduras, heridas, intoxicaciones y ahogamiento son los accidentes en el hogar más frecuentes en niños y niñas menores de 10 años.


En 2014,  ocurrieron dos mil 730 defunciones, de las cuales 51% sucedió en población infantil dentro del hogar, principalmente por la ingesta de alimentos que causan obstrucción de las vías respiratorias, como caramelos grandes y huesos de frutas.


A esas cifras hay que agregar las consecuencias provocadas por  permanecer periodos prolongados frente a la televisión; por el uso de tabletas, videojuegos o computadoras que, como parte del desarrollo y avance tecnológico, están al alcance de niños entre los 4 y 16 años, como agotamiento y cansancio del sistema nervioso, aislamiento familiar, bajo rendimiento escolar, dolores musculares, deformación en la postura y, desde luego, obesidad derivada del sedentarismo severo y una mala alimentación.


Más que soluciones personales, tan diversas como nuestra sociedad, la respuesta debe ser a través de políticas públicas contundentes y de largo plazo. A decir de Tonucci, “de una manera totalmente evidente en los últimos cincuenta años, la ciudad, nacida como lugar de encuentro y de intercambio, ha descubierto el valor comercial del espacio y ha alterado todos los conceptos de equilibrio, bienestar y comunidad para seguir solamente programas de provecho, de interés. Se ha vendido, se ha prostituido. Los pobres han sido transferidos a la periferia, a casas nuevas, todas iguales e idénticas a las que se ven en la televisión. Los centros históricos son ahora oficinas, bancos, fastfood, sedes de representación, viviendas ricas y refinadas. A la caída de la tarde, el centro de la ciudad se vacía y se hace peligroso; la gente tiene miedo de ir sola; allí están los drogadictos, los ladrones, los malhechores”.


Por ello, hoy más que nunca resulta un imperativo valorar y tomar en cuenta la propuesta del especialista italiano para  frenar la degradación de las ciudades mediante políticas públicas que pongan en el centro de su aplicación a niñas y niños, para garantizar una auténtica adaptación e inclusión.


Consolidar ciudades seguras, incluyentes y sustentables para las nuevas generaciones exige la corresponsabilidad de autoridades de los tres niveles y ámbitos de gobierno; legisladores, académicos, y por supuesto de los millones de madres y padres que se esfuerzan cada día por dar lo mejor a sus hijos.


Es urgente frenar lo que Tonucci define como un sufrimiento nuevo en la niñez: la soledad. Asumiendo, como él bien sostiene, que la niñez es símbolo, reto y garantía de una sociedad con mayores niveles de bienestar, solidaridad y por ende, de seguridad.


Secretaria de Educación Estado de México
@AnaLiliaHerrera

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