Vivimos tiempos de paradojas: el desarrollo urbano que pretende facilitar nuestras vidas hoy las pone en riesgo, y la tecnología creada para acercarnos a quienes están lejos hoy parece distanciarnos de quienes tenemos cerca.

Planear el territorio y desarrollo en las ciudades se ha convertido en un tema de supervivencia. Hoy la productividad económica y sustentabilidad ambiental están estrechamente ligadas al funcionamiento de las ciudades pero, ¿a qué costo?

De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la sustentabilidad es uno de los retos más apremiantes de esta época. Se prevé que la población mundial se duplique en 50 años y no podemos perder de vista que la sustentabilidad y la competitividad son dos componentes de los que depende la viabilidad futura de la calidad de vida de la población.

Las transformaciones en la expansión urbana durante las últimas décadas no sólo han significado una creciente presión para las zonas naturales del mundo y sus recursos, sino su destrucción, y no podemos darnos el lujo de apostar a su resiliencia.

Por eso resulta de vital importancia la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que México suscribió en la 70ª Asamblea General de la ONU, la cual incluye 17 objetivos y 169 metas que dan cuenta de la voluntad y el compromiso de las naciones para responder no sólo a los desafíos sociales y económicos, sino también a los retos en materia ambiental que enfrenta el orbe.

En congruencia y en cumplimiento del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 y las Metas de Aichi, México es sede de la XIII Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP13), cuyos trabajos iniciaron el 2 de diciembre y concluirán el 17 del mismo mes.

Con la participación de cerca de diez mil representantes de los países parte, y de organizaciones internacionales, el gobierno federal asumió el reto de convencer con el ejemplo a otras naciones, para que integren criterios de biodiversidad en todos los sectores involucrados en los procesos de desarrollo y crecimiento.

Nuestro país hoy cuenta con 91 millones de hectáreas protegidas: 70 millones en zonas marinas y 21 millones en zonas terrestres, superando la meta de Aichi, que originalmente comprometía la protección de 10% de la superficie marina del país.

Mediante la declaración de cuatro nuevas áreas protegidas, emitida por el presidente Enrique Peña en el marco de la COP13, hoy alcanzamos 23% de nuestras zonas en esa condición: Reserva de la Biosfera del Caribe Mexicano, Pacífico Mexicano Profundo, Islas del Pacífico, y Sierra de Tamaulipas, cifra que representa el doble del compromiso estipulado en Aichi.

A estas buenas noticias, podemos agregar el grado de conciencia de nuestra sociedad, que urge pase de la reflexión a los hechos: hace algunos meses un estudio del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) preguntó, ¿de quién cree usted que sea la responsabilidad de cuidar el medio ambiente? 82% de los encuestados respondió de todos.

Lograr una auténtica conciencia sobre el cuidado del entorno y el equilibrio que debe guardar con las aspiraciones de desarrollo pasa por consolidar herramientas efectivas de corresponsabilidad entre los tres órdenes de gobierno, los Poderes de la Unión, la iniciativa privada, y la ciudadanía para la toma de decisiones.

La información que hoy podemos tener al alcance de la palma de la mano debe acompañarse de una sólida formación, para acabar con las paradojas del siglo XXI. Trabajar en un enfoque integral nos incluye a todos en todos los ámbitos y es una tarea impostergable.

Secretaria de Educación Estado de México.

@AnaLiliaHerrera

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