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Para Ana Gabriela Guevara
y para todas las mujeres que
merecen y deben vivir en paz.
La violencia no es un juego, mucho menos puede ser una costumbre y en cualquiera de sus manifestaciones es condenable y debe dejar de ser impune. La cobarde e indignante agresión a la senadora Ana Gabriela Guevara nos exige a todos como sociedad a ser la voz de todas aquellas niñas y mujeres víctimas de violencia en nuestro país y en el mundo que permanecen en el anonimato.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué no hemos avanzado en la erradicación de un fenómeno que lastima nuestro Estado de Derecho? ¿Qué acciones faltan no sólo para sancionar, sino para corregir el rumbo de una sociedad que pareciera cada día más indiferente y violenta?
La agresión a una o a miles, se traduce en dolor, indignación y temor, pero necesitamos transformarlo en coraje y coordinación, para tomar las medidas pertinentes y preservar la integridad física y moral de cada persona y en especial de quienes representamos más de la mitad de la población.
Levantar la voz para denunciar es útil, al igual que tener un marco legal fortalecido. Sin embargo, debemos reconocer que mucha de la violencia que viven las mujeres proviene del lugar donde debería estar más protegida: su hogar.
Coincido con mi compañera senadora y ex velocista mexicana: “ni perdón, ni olvido”, pero además de campañas en todos los medios posibles, es necesario ir hasta la raíz del problema y tratarlo con la herramienta más poderosa: la educación desde la infancia.
Luchar contra la violencia hacia niñas y mujeres involucra desde luego a los varones y a toda la sociedad, pasando desde luego por el hogar, la escuela y los centros de trabajo.
Informar, formar y educar son hoy acciones que se vuelven indispensables para la prevención de la violencia de género y la consolidación de un cambio en cómo concebimos valores como el respeto, la tolerancia, la igualdad y sobre todo el sentido de responsabilidad social.
Es imperativo un cambio de paradigma en los patrones culturales de nuestra sociedad, pero necesariamente debe darse en el ámbito de lo cotidiano para permear en la niñez y juventud, que hoy son rehenes de la vorágine informativa y de los avances tecnológicos que promueven constantemente modelos de personas violentas o estereotipos femeninos que debemos erradicar. La vida cotidiana no puede asumirse normalmente violenta.
En el Estado de México estamos decididos a asumir la responsabilidad para inculcar en niñas y niños la igualdad mediante la impartición, a partir del próximo ciclo escolar, de una materia que inculque y fomente relaciones de género basadas en la armonía, el respeto mutuo y la no violencia, tomando en consideración una de las 16 medidas establecidas por ONU Mujeres para erradicar el fenómeno.
El establecimiento de esa materia en la educación básica se propone que nuestros futuros jóvenes asuman como normal un comportamiento y desempeño equitativos en todas las tareas que la sociedad les reclamará en un futuro, convirtiéndolos en auténticos agentes de cambio.
Un principio primario en toda interacción es que mujeres y hombres no sólo se asuman como iguales, sino complementarios, en un marco de respeto como valor indispensable de esa igualdad.
Reflexionar sobre el origen y combate de la violencia en todas sus expresiones, hacia mujeres, niños y adultos mayores, constituye un imperativo para hacer un alto y dar un golpe de timón en una especie de autoevaluación de nuestro comportamiento social. Ahí están los lamentables acontecimientos que han devastado a la población de Alepo, en Siria; o bien el artero crimen perpetrado en Turquía contra el embajador de la Federación de Rusia en esa nación, hechos violentos que nos han conmocionado y a los que no podemos acostumbrarnos.
Secretaria de Educación Estado de México.
@AnaLiliaHerrera