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México y Brasil son países muy distintos y con filosofías comerciales opuestas, pero aun así existe la posibilidad de encontrar sinergias en beneficio mutuo.
Hay que celebrar el hecho de que la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, venga a México en búsqueda de nuevas oportunidades comerciales, mientras que México explora cómo fortalecer los lazos con la economía más grande de América Latina. El Canciller José Antonio Meade subrayó que ambos países buscarán expandir acuerdos para promover el comercio y la inversión, y aumentar el turismo, sin abrir la puerta a una negociación más amplia de un tratado de libre comercio. Bienvenido sea el pragmatismo.
Hoy en día el intercambio comercial entre Brasil y México es del orden de dos mil millones de dólares, menos del 1% del comercio total de México. ¿Por qué tienen una relación comercial tan limitada si los dos son poderes económicos en sus esferas de influencia? Porque son competidores con visiones muy distintas. La economía brasileña es la más grande de América Latina (un PIB de $2.2 billones de dólares; $1.3 billones en el caso de México, pero la población de Brasil es casi el doble de la de México) y su modelo económico depende de su crecimiento interno. Este año se espera una contracción de la economía brasileña del orden del 1%, lo cual explica por qué Brasil está buscando nuevos mercados para sus productos. Brasil no es un exportador importante a nivel global, como lo es México, y sus exportaciones representan alrededor del 12% de su PIB mientras que en el caso de México las exportaciones representan el 32%.
A pesar de que a menudo los mexicanos lamentan la cercanía con Estados Unidos y el hecho de que el 85% de sus exportaciones se destinan a ese mercado, la realidad es que la empresas mexicanas se benefician enormemente de esta relación, y han demostrado que pueden ser exitosas en uno de los mercados más competitivos del mundo. México tomó la decisión de abrir su economía hace dos décadas y las exportaciones se han convertido en un motor clave de su economía, generando más y mejores empleos. Brasil, por su parte, mantiene su economía relativamente cerrada y con un alto grado de complejidad burocrática para las empresas que operan allí. En el Doing Business 2015 del Banco Mundial, el cual mide la facilidad para hacer negocios en 189 países, México se encuentra en la posición 39, mientras que Brasil ocupa el lugar 120.
Algunos mexicanos tienen la impresión errónea de que a Brasil le va mejor que a México en términos económicos. Al haber abierto su economía e iniciado una serie de reformas internas necesarias para flexibilizar la economía, México tiene una clara una ventaja competitiva sobre Brasil, particularmente en el sector manufacturero.
El desafío que enfrenta México en su relación comercial con Brasil es el hecho de que el país sudamericano ve al comercio como un juego de suma cero: si no tiene un superávit en su balanza comercial, algo está mal. Pero el comercio internacional tiene aristas mucho más complejas que ese simple indicador. Una clara muestra de la reticencia brasileña para ofrecer condiciones iguales a sus socios comerciales es el acuerdo entre los dos países en el sector automotriz, conocido como el ACE 55. A principios del año 2003, México y Brasil llegaron a un acuerdo para la libre importación de vehículos ligeros y todo iba bien hasta que el superávit de Brasil se convirtió en un déficit en el 2010. Dos años después el gobierno brasileño exigió negociar cupos, o de lo contrario se retiraría del acuerdo. México acordó limitar sus exportaciones, bajo un acuerdo que debería haber expirado en marzo para dar paso al libre comercio. Al llegar la fecha de expiración, sin embargo, Brasil pidió extender el periodo de comercio administrado por tres años más. Esta insistencia revela una incómoda verdad para los brasileños. Será muy difícil para Brasil competir en el sector automotriz con México porque nuestro país es mucho más competitivo, y gracias a su red de tratados de libre comercio se ha convertido en el septimo productor de automóviles y cuarto exportador mundial.
Hay muchas empresas multinacionales mexicanas que ya operan en Brasil y en el sector manufacturero existen oportunidades importantes que habría que explorar más a fondo, a pesar de las trabas en ese mercado. Tanto por la eficiencia de la industria mexicana como por el llamativo tamaño del mercado brasileño, resulta imperativo que México busque acercarse al gigante del sur. El sector en el que Brasil representa un reto para México es el agrícola, pero inclusive allí pudiera haber oportunidades interesantes en materia de agronegocios e intercambios en investigación y desarrollo agropecuario, segmento en el que Brasil es uno de los líderes mundiales.
Otro aspecto fundamental, pero intangible, que frena el intercambio entre Brasil y México es el orgullo. Los dos son competidores, y existe una gran rivalidad entre ambos, pero es aquí donde hay que inyectar un mayor pragmatismo a la relación y fomentar una apreciación del enorme valor cultural de ambos países. De hecho, esto ya está empezando a suceder: después de la eliminación de las visas entre los dos países en el 2013, el número de brasileños que visitaron México aumentó en un 16%. Los mexicanos también deberían empezar a aprender portugués y expandir sus horizontes.
Dado que Brasil todavía no está convencido de las bondades del libre comercio, y no ha captado que para aumentar sus exportaciones también tiene que abrir sus propias puertas a la competencia, no tiene mucho sentido intentar una negociación de un tratado de libre comercio en este momento. Eso no quiere decir, sin embargo, que no haya muchas otras vías para expandir y enriquecer la relación entre los colosos de América Latina. Ojalá esta visita sea el comienzo de un acercamiento más fructífero para ambos.
Directora de McLarty Associates