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Hay muertos que parecen vivos y vivos que deambulan con la mirada extraviada y el andar involuntario, como si estuvieran muertos. Así ocurre con algunas organizaciones políticas: centrales obreras poderosas en otro tiempo, como la CROM durante el Maximato, convertidas hoy en cascarones... Así va mutando el PRD, poco a poco, asemejando un muerto en vida, un enfermo en fase terminal.
En 1987, un pequeño grupo de militantes priístas, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, tuvo la hombrada de confrontar al aparato gubernamental. La postulación a la Presidencia de la República de Cuauhtémoc, congregó a un amontonamiento de grupos y grupúsculos en lo que se llamó Frente Democrático Nacional (FDN), antecedente del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Con el ingeniero Cárdenas, el PRD se asentó firmemente en la capital del país, pero su mayor solidez la alcanzó en el gobierno de López Obrador. La fuerza del Partido no era propia, se la prestaba el caudillo, primero Cuauhtémoc, después Andrés Manuel. De hecho, los triunfos de Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera se construyeron gracias a la densa red clientelar que tejió López Obrador durante su gestión como jefe de Gobierno. Por eso, ahora, todo anticipa que en 2018 la Ciudad de México quedará en manos de Morena. ¿Quién será? Claudia Sheimbaum, Ricardo Monreal o Martí Batres, quien decida Andrés Manuel. También la ALDF y la mayoría de las jefaturas delegacionales estarán controladas por Morena.
Nadie debe sorprenderse si el acaparamiento de Morena de casi todos los espacios de poder en la capital en 2018 no porta el mismo virus: extraviarse ante tanto poder sin equilibrios.
Como anticipación de lo que viene en la elección presidencial de 2018, la desbandada se acelera en el partido del sol azteca y con prisa creciente, los cuadros del partido, como lo están haciendo desde abajo sus militantes, están saltando del barco. Hace no mucho (noviembre de 2014) lo hizo su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas; así expresó que no podía compartir decisiones de la dirigencia (la debacle moral tras la matanza de normalistas de Ayotzinapa en Iguala, bajo gobierno “perredista”); y lo han seguido otros con cargos en el Congreso de la Unión como Alejandro Encinas: su negativa a ser postulado como candidato del PRD en el Estado de México mostró que no estaría dispuesto a jugar contra Delfina Gómez, la candidata de Morena.
El senador Miguel Barbosa, coordinador del grupo parlamentario perredista en el Senado, anunció el 28 de febrero su decisión de apoyar a Andrés Manuel en las próximas elecciones presidenciales. Barbosa, quien en repetidas ocasiones se había deslindado de López Obrador, decidió dar el salto; este martes, el Comité Ejecutivo Nacional del PRD lo destituyó.
Hoy, la coalición de tribus que integra el PRD se esta deshaciendo. Alejandra Barrales encabeza una formación política que, a grandes zancadas, se dirige a un sitio marginal en el sistema de partidos.
¿Qué los perdió? La entrega, sin exigirles nada, del grueso del electorado, que los hizo dueños de la Ciudad; un poder sin contrapesos. Todo les pertenecía: el gobierno central, casi todas las jefaturas delegacionales, la ALDF y hasta el Tribunal Superior de Justicia.
Ya en el poder, los perredistas descubrieron la inmediata conversión de las clientelas priístas en perredistas, y que todo lo que se movía en la Ciudad —licitaciones, comercio en la vía pública, desarrollos inmobiliarios, etcétera— venía con sus respectivos arreglos bajo la mesa.
El poder implicó el duro trayecto de la cerveza a los vinos de regiones y cosechas exclusivas… De las chamarras de tela a las de piel… Del vocho a la Suburban… Todo esto en ausencia de un proyecto de Ciudad y de país, sin que sus cuadros, salvo excepciones, tuvieran los valores y principios de una izquierda verdadera.
El oportunismo, el aburguesamiento de sus líderes y su acercamiento acrítico al gobierno federal, terminaron por descarrilar el que fue el mayor proyecto de la izquierda partidista. Las figuras que podían inspirarlos hacia un horizonte de justicia, como Heberto Castillo o Demetrio Vallejo, se fueron pronto. Su mayor crisis es ética, de allí derivó todo.
Ante el fracaso evidente del PRD, México seguirá extrañando una izquierda que postule y defienda un proyecto alternativo de desarrollo, democrático, justiciero, con énfasis en los derechos sociales.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario
@alfonsozarate