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“Fue un acto de irresponsabilidad y desmesura que indigna a muchos mexicanos y acentúa el sentimiento de un país amenazado por la incapacidad de sus dirigentes”.
Olga Pellicer
Quizás ninguno de los errores en que ha incurrido el presidente Enrique Peña Nieto —el episodio en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara; la Casa Blanca y la del Club de Golf de Ixtapan de la Sal; los contratos y concesiones multimillonarias para Higa, OHL y los otros cercanos; los “errores metodológicos” en la elaboración de su tesis—, ninguno de ellos se equipara al fracaso que significó invitar y recibir en la residencia oficial de Los Pinos —la casa de los mexicanos— a quien nos ha insultado, denigrado y ultrajado.
La idea “genial”, que ahora se sabe provino de Luis Videgaray, resultó de una ingenuidad e impericia inauditas y exhibió a un jefe de Estado que no tiene el arrojo, ni la astucia, para defender, frente a un megalómano, ignorante y frívolo, los intereses y la dignidad de los mexicanos.
Reconocer el error habría sido un gesto admirable. Pero, en vez de esto, Peña ha insistido en la defensa de una decisión equivocada. Con un discurso tautológico, ha argumentado que enfrentaba un dilema: responder con estridencia, insultos y enfrentamientos, o dialogar. ¿De verdad piensa el Presidente que no había más opciones que injuriar o dialogar? ¿No tenía recursos para expresarle a Trump, sin alardes bravucones, pero con firmeza, nuestro rechazo a su discurso de odio?
El intento del Presidente de corregir unas horas más tarde, en una entrevista televisada, la tibieza de sus palabras reconociendo que Trump es una amenaza para México, resultó tardío y en el lugar equivocado.
Nada dijo Peña respecto de la ofensa que significa la simple idea de construir un muro fronterizo. En vez de eso, en una especie de legitimación racional de la “propuesta” delirante, él y su coro han insistido que México no pagará por él.
A los enormes costos políticos a nivel social —la reacción ha sido de burla, frustración y furia— deben agregarse sus efectos en el equipo presidencial; disensos que, incluso, habrían llevado a la canciller a presentar su renuncia, para no hablar de la posición incómoda en que coloca a su propio partido. ¿Hasta dónde alcanza la tradicional disciplina de los priístas?
Otro impacto adverso es el que generó en el frente externo. La política exterior, que tanto prestigio le dio al país, está hoy disminuida. ¿Qué piensan los gobernantes y las sociedades de América Latina que durante muchas décadas vieron en México la primera línea de defensa de la dignidad y los intereses legítimos de nuestros pueblos?
Es posible, y México lo ha hecho en el pasado, encarar con dignidad e inteligencia al imperio. Bastaría recordar la decisión del presidente Miguel de la Madrid y de su canciller, Bernardo Sepúlveda, de promover —en defensa del interés nacional— al Grupo Contadora, asumiendo con entereza los riesgos de oponerse a la política belicista de Ronald Reagan.
Gane quien gane en la elección estadounidenses, las perspectivas para los últimos dos años de esta administración son adversas. Si gana Trump sobrarán quienes piensen que Peña Nieto contribuyó a ese desenlace. Pero si pierde, la apuesta será contabilizada como pérdida total, pues en la “audaz” maniobra se dañó la interlocución con la candidata demócrata Hillary Clinton —quien ya anunció que no atenderá la invitación del Presidente.
El único ganador es Trump: le dieron trato de jefe de Estado y le sirvieron, en plena campaña, un acto a modo que lo viste bien. Durante la conferencia de prensa en Los Pinos nos volvió a restregar lo del muro fronterizo y, unas horas más tarde, en Arizona, advirtió con toda petulancia y altanería: “Construiremos un gran, alto, fuerte y hermoso muro en la frontera sur, y México lo pagará al 100%... No lo saben aún, pero lo harán”.
Posdata. Después de terminar este texto se anunció que Videgaray, el poder tras el trono, el favorito de Peña Nieto, salía del gabinete. Esta decisión no repara el daño infligido a la imagen y los intereses de México, pero es lo menos que podía hacerse para intentar recuperar el rumbo.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate