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Los dos candidatos presidenciales en EU, Donald Trump y Hillary Clinton, con matices significativos, han hablado de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Durante años, organizaciones propusieron renegociarlo para subsanar fallas en protección de Derechos Laborales, Ambientales y Humanos, críticos para la población mexicana, abrumada por agravios desde los tiempos de Tlatelolco en 1968, luego arrinconada por la militarización de la guerra contra el narco. Dijeron que era una locura pensar siquiera en esa renegociación.
Hoy, la aprobación legislativa del Acuerdo Trans-Pacífico (TPP) propuesto por Barack Obama, implicará en los hechos renegociar aspectos del TLCAN (reglas de origen en el comercio automotriz, resolución de disputas, derechos de propiedad intelectual). Deberíamos incluir otros aspectos democráticos claves.
Voceros del Departamento de Estado estadounidense dijeron que el TLCAN “se armó” en 2005 con la firma en Waco, Texas, de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), un acuerdo entre los tres Ejecutivos, Vicente Fox por México. Ahí entró la seguridad, asunto que, por delicado, no se incluyó antes y además, fue sin trámite legislativo alguno.
En 2008, Felipe Calderón empujó esa agenda al aprobar la “Iniciativa Mérida”, permitiendo a EU aportar fondos para militarizar la lucha contra las drogas, estrategia sangrienta que, según fuentes gubernamentales, enluta al país con más de 150 mil muertos, 27 mil desaparecidos, al menos medio millón de desplazados, más la generalización de la tortura y las ejecuciones extrajudiciales como prácticas regulares de la policía, el Ejército y la Marina mexicanos, cosas que el gobierno de EU ve cuando le conviene e ignora discrecionalmente.
Hay clamor y reclamo nacional e internacional por la inseguridad en el campo y la ciudad. También por la arbitrariedad del poder militar en todo el país, que va multiplicando las violaciones de garantías individuales, especialmente de los luchadores sociales, y pisotea derechos colectivos, como los de simpatizantes del magisterio en Nochixtlán, Oaxaca, que se vieron masacrados impunemente por elementos de la Policía Federal y la Policía Estatal que fueron exhibidos al hartazgo y en tiempo real en las redes sociales (con saldo de 8 muertos, más de cien heridos, 80 por arma de fuego).
De modo que pese a las promesas de ascenso al primer mundo y prosperidad al aprobar el TLCAN y ASPAN, padecemos la confluencia de tres retrocesos inter-relacionados: el económico, el político y el de derechos humanos. Por eso, el TLCAN debe renegociarse con urgencia para suprimir el dolo interesado de Estados Unidos y la obsecuencia de los gobiernos mexicanos, al imponer el combate violento a las drogas con el Ejército y la Marina mexicanos, pues ello ha dejado nefasta estela de agravios recientes: Atenco, Apatzingán, Tlatlaya, Tanhuato, Ayotzinapa, Nochixtlán.
Para frenar esa debacle humanitaria y obtener justicia, las alianzas sociales ahora deben ser trinacionales, único camino para resistir en México y América del Norte, los embates de la militarización, el autoritarismo y la injusticia, características regionales que a nosotros nos marcan desde 1968. ¡2 de octubre no se olvida!
Profesor de Tiempo Completo de la Facultad
de Economía, UNAM, miembro del CACEPS.
Miembro del Comité 68 Pro-Libertades Democráticas