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Este domingo Francois Hollande entregó el mando presidencial a Emmanuel Macron en París. Con este acto protocolario, que cierra las sorpresivas elecciones presidenciales en Francia, arrancó formalmente sus cinco años de gobierno que tendrán repercusiones no sólo en ese país, sino en Europa y el mundo entero.
La derrota de la candidata del Front National, Marine Le Pen, que representaba el populismo de derecha —el mismo de Donald Trump en EU— significa un fresco aliento para la continuidad de la Unión Europea, así como una nueva oportunidad para seguir impulsando los valores de la liberté, la égalité, y la fraternité (libertad, igualdad y fraternidad). Entre otras cosas, porque la victoria del centrista Emmanuel Macron asegura un acercamiento estratégico con la canciller de Alemania, Angela Merkel, para promover en Europa el contramovimiento político al Brexit. No pudo llegar este triunfo en un momento más oportuno, ahora que el ánimo por las democracias ha sido vapuleado por el pesimismo de la cada vez más delgada clase media en el mundo.
Dentro de Francia la reciente elección presidencial significó el desmantelamiento del sistema de partidos de la Quinta República establecida por Charles de Gaulle en 1958. Tanto el Partido Socialista como el movimiento gaullista fracasaron en su intento de atraer votantes, mientras que el Front National y el movimiento En Marche!, fundado por Macron, son entidades políticas relativamente recientes en la historia francesa. Con el 66% del voto, Macron —que es el presidente más joven que Francia haya tenido hasta ahora— obtuvo una victoria holgada en la segunda ronda de la elección presidencial, lo que en la teoría debería facilitarle la tarea de gobernar y conseguir consensos para avanzar su agenda. Veremos.
Más allá de su juventud, lo que en realidad sorprende es que Macron haya ganado aún siendo un desconocido para la ciudadanía francesa. Su fresco movimiento nació apenas hace un año, por lo que el resultado de la elección se puede entender como un plebiscito contra Le Pen y contra el extremismo político y el populismo. Macron tendrá una responsabilidad monumental para lograr que su proyecto económico y político enfrenten exitosamente los desafíos de una muy dividida sociedad francesa.
Si bien la tarea que enfrenta Macron no es sencilla, esperemos que por la longevidad del sistema democrático consiga, entre otras cosas, elevar el crecimiento económico y bajar las tasas de desempleo, dos promesas que hizo durante su campaña. Es complicado hacerlo, porque como decía Mario Cuomo, gobernador de Nueva York entre 1981 y 1994: “Se hace campaña en poesía pero se gobierna en prosa”.
Para lograrlo, Macron deberá ganar una mayoría en las próximas elecciones del parlamento o poner en marcha propuestas conciliatorias con precisión quirúrgica entre la izquierda y la derecha. Hacerlo evitará que, como un búmeran venenoso, regresen tanto el populismo como el extremismo político al imaginario de los votantes en todo el mundo. Quien piense que estos peligros están lejos se equivoca, pues sólo hay que recordar la última elección presidencial en Estados Unidos. Sí, Macron ganó, pero la prueba apenas comienza.
Especialista en comunicación, campañas
políticas y opinión pública