A los 90 años, enfermo y dejando atrás el gobierno unipersonal más largo que ha visto América Latina, Fidel Castro murió para dar entrada a una discusión en extremo polarizada sobre su legado. Para muchos, Castro se une al linaje de Trujillo, Pinochet, Somoza y Videla; para otros ha sido el estandarte de la dignidad y la soberanía latinoamericanas, defensor de los derechos sociales más básicos. Y es que pareciera que hay dos Fideles, el dictador implacable y el líder progresista; y en esa partición se da el debate de su legado en redes sociales.

Un personaje que admiro por su ejemplo y convicciones, es el hondureño Luther Castillo Harry: médico miembro de la etnia afro-indígena garífuna, una de las comunidades más pobres del continente, a quien conocí en Harvard. Estudió en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana gracias a las becas que el gobierno cubano ofrece a estudiantes de países en desarrollo. Coordinó una Brigada Internacional de médicos en Haití después del terremoto y ha logrado montar una amplia red internacional para construir y mantener hospitales de atención gratuita en su país. Tras la muerte de Fidel, publicó en Facebook: “Nos diste el honor y la oportunidad a los hijos de los descalzos de convertirnos en hombres y mujeres de ciencia y consciencia. Pero como me dijiste aquella tarde del 13 de agosto: ‘La mejor manera de agradecer es luchar por la salud de los más necesitados’.” Uno de sus seguidores comentó: “Lo llamaban tirano, pero yo lo vi enviar médicos y educadores a naciones donde las ‘Democracias’ solo enviaban bombas #HastaSiempreFidel”.

Como muchos, soy seguidora del trabajo de Yoani Sánchez, quien ha construido una destacada carrera como periodista, bloguera y activista cubana, muy activa y conocida en las redes sociales, encabezando la lucha a favor de los derechos humanos, la libertad de expresión, la diversidad sexual, el acceso a la tecnología y las redes sociales en Cuba. Su blog tiene millones de seguidores, su voz tiene influencia internacional y su trabajo le ha hecho acreedora a premios como el Ortega y Gasset de periodismo. Es sabida su posición como disidente del régimen y sus duras críticas a lo que considera un gobierno autoritario, corrupto y abusivo. Sus tuits del fin de semana fueron leídos por sus muchos seguidores y líderes influyentes le dieron RT. Sus posiciones son compartidas por escritores e intelectuales liberales: Vargas Llosa escribió que “A Fidel Castro no lo absolverá la historia”, y Enrique Krauze escribió: “Los tiranos, con pocas excepciones, mueren viejos, en su cama. Sus víctimas no”.

¿Cómo conciliar ambas posiciones? ¿Cómo hacer un balance equilibrado en un ambiente tan polarizado? ¿Está equivocado Luther por defender a quien le dio la oportunidad de estudiar y de ayudar a los “descalzos” del continente? ¿Están mal quienes festejan la muerte de Fidel después de haber sufrido en carne propia las violaciones a los derechos humanos? Los dos Fideles reflejan las dos formas en las que los latinoamericanos hemos tratado de buscar el bienestar de nuestros países: a través de la inquietud impaciente del cambio radical, o bien en el cuidado y cultivo de los derechos básicos y el perfeccionamiento de los gobiernos por medio de la democracia. La miseria nos impacienta; la conciencia nos exige el respeto a los derechos fundamentales. Las causas de Luther y Yoani son ambas, justas y necesarias. Comparto el humanismo social en la vocación y lucha de Luther, pero también la lucha de Yoani por ver realizados en Cuba los ideales de libertad, democracia, tolerancia y respeto a los derechos humanos. La verdad no está en la división y la condena recíproca, sino discutiendo en libertad y en democracia cuáles son las mejores soluciones a nuestros grandes problemas sociales.

A Bote Pronto. 2016 nos sigue sorprendiendo, ¿qué nos depara en diciembre?

Especialista en comunicación, gestión de gobierno, campañas políticas y opinión pública

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