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Ultima el líder socialista Pedro Sánchez los postreros detalles para que el próximo 2 de marzo llegue al Parlamento para intentar conseguir que le voten los diputados suficientes para convertirse en el próximo presidente del gobierno.
Pedro Sánchez me recuerda al general Pavía con su caballo cuando en 1874 entró en el Congreso de los Diputados para dar un golpe de Estado y acabar con una febril democracia. Claro que, ni Sánchez es Pavía, ni va a caballo. Pero sobre todo y por encima de todo, la principal diferencia es que Pavía era un dictador y Sánchez es un demócrata; un demócrata alto, apuesto, de esos que se llevan a las doncellas en la grupa de su caballo, con su espada desenvainada para entrar en el Congreso y convencer, con su sonrisa, a unos diputados que le ven con resquemor. Y no me extraña. No se vive de belleza, ni de ideas románticas; ni de belleza, ni de ideas románticas, ni de ideas románticas anacrónicas; ni de belleza, ni de ideas románticas, ni de ideas románticas anacrónicas, ni de todo ello a la vez.
Hay que gobernar con sentido de Estado y buscando el interés general y no el interés particular de saber que, si no le hacen presidente del gobierno, muy probablemente se vaya al paro. Y no sólo él; todos sus acólitos, empezando por Luena y Hernando y una lista larga e interminable de enlodados políticos lamidos por la ambición de gobernar al precio que cueste.
Ahora veremos de lo que es capaz de hacer o más bien de tragar. Ha tragado con todo lo que Pablo Iglesias le ha puesto como condición. Pablo Iglesias, ese soñador maquiavélico, ese líder de Podemos, una fuerza de ultraizquierda arropada por la teocracia iraní y el populismo de Chávez-Maduro.
Y es que 90 diputados del Partido Socialista son muy pocos como para que a Pedro Sánchez le puedan subir a los altares. Hacen falta ciento setenta y seis diputados que voten en favor, o al menos más votos en favor que en contra. Por eso necesita de Podemos y otras fuerzas políticas de una izquierda marginal y separatista.
Con toda esa mezcolanza pretende formar un gobierno que él ha denominado de “progreso”. Pero el “progreso” consiste en que los populistas de Podemos se quedan con la vicepresidencia del gobierno, el Ministerio de Exteriores, Interior, Hacienda y Economía así como con los Servicios Secretos; o sea que Podemos se queda con lo más importante.
Ese gobierno de “progreso” pretende organizar un referéndum para saber si Cataluña quiere la independencia con respecto de España.
Ese gobierno de “progreso” pretende aumentar los impuestos a todos y plantarle cara a la deuda que España tiene contraída —y que en algunos casos resulta asfixiante—. Ese gobierno de “progreso” quiere aumentar la presión fiscal a todos, golpeando a los que más tienen.
El problema de ese gobierno de “progreso” es que tiene a la clase empresarial —que es la que crea empleo— tan amedrentada que no sabe qué hacer, si huir y emigrar o aguantar la embestida.
Pero esto es lo que hay. Creo que muy pocos apostarían hoy por un Partido Popular que se muere en sus propios detritos de la corrupción. Todos los días hay escándalos nuevos. Si no es la corrupción de toda la alcaldía de la ciudad de Valencia, gobernada por el Partido Popular, es la corrupción del partido conservador y sus entrañas, nada más y nada menos que en Madrid.
Estamos abocados a un gobierno de “progreso” con tics dictatoriales al estilo Chávez, a menos que no consiga lo votos suficientes en el Congreso de los Diputados.
Si no los consiguiera, habría que volver a repetir las elecciones generales y eso no sería hasta finales de junio. Si eso sirviera para algo, sería bienvenido. Sin embargo, lo único que se conseguiría es que Podemos termine por fagocitarse al Partido Socialista y Ciudadanos de Albert Rivera hiciera lo propio con el Partido Popular. El joven Rivera y su partido de centroderecha parecen más inmaculados y, por lo menos, darían aires nuevos en la limpia de las corruptelas.
Pero me temo que el resultado sería, más o menos, concomitante a lo que tenemos en la actualidad, un galimatías formado por un batiburrillo de políticos mediocres que quieren llegar al poder a toda costa.
alberto.pelaezmontejos@gmail.com
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