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Sí, es cierto que todos somos París, porque a todos nos han matado un poco; a todos nos han machacado el alma; a todos nos han partido el corazón.
Ahora, todos creemos más en las lágrimas, y las hacemos nuestras, nuestra causa; mientras guardamos un silencio pesado en el horror de lo que ha pasado en la masacre de Bataclan y en el estadio y en las terrazas parisinas.
Ahora bien. Encajando la pérdida de nuestros conciudadanos y lamiéndonos las heridas por el dolor de todos, ha llegado el momento de pasar a la acción.
Las inteligencias occidentales saben perfectamente dónde se encuentran los reductos del Estado Islámico. No podemos caer en el juego de que Rusia, por ejemplo, bombardea a los rebeldes y, simultáneamente los subterfugios del Daesh. No puede ser que, por ejemplo el presidente ruso Vladimir Putin siga jugando al gato y al ratón con un presidente sirio, Bashar al-Assad, al que defiende contra viento y marea. Y esto no puede ser porque se necesita una gran coalición de los socios de la OTAN.
El enemigo a batir es el Estado Islámico y deberían participar en estas acciones conjuntas todos los países de la OTAN. De una u otra manera todos estamos involucrados.
Además de acción, no debería ser sólo por aire. También es necesaria la infantería. Claro, eso entrañaría mucho dinero pero sobre todo muchas bajas no solamente del Daesh, sino de la propia coalición.
El Estado Islámico no es más que la escisión de antiguos militares iraquíes y de gran parte de Al-Qaeda. Sus ejecuciones militares son exquisitas. No hay más que ver lo que han hecho en París. Se convirtió en rehén literal durante unas horas de tres comandos. Se trataba de comandos militares que, de manera sagaz, venían de Bélgica.
Uno golpeó directamente al estadio donde se encontraba nada menos que el presidente François Hollande y el Ministro de Asuntos Exteriores alemán. Este ataque no llegó a ser un éxito del todo porque su intención era inmolarse dentro del estadio pero consiguieron retener a 80 mil personas en nada menos que un estadio de futbol de París.
Un segundo comando mantuvo cautivas a centenares de personas en la famosa sala de fiestas Bataclan. Ahí, con total impunidad fueron ejecutando a la pobre gente que acudía a un concierto y ahí se inmolaron sin que la policía pudiera hacer nada.
El tercer comando era itinerante; se movía por diferentes lugares de la capital francesa mientras ejecutaba a la gente que estaba sentada en las terrazas parisinas.
Los tres comandos lo hicieron obedeciendo órdenes castrenses que venían de Bélgica. Mientras la sociedad no tenía conciencia de lo que estaba ocurriendo y de que la propia policía francesa estaba desconcertada. En otras palabras, no se trató de la acción de tres locos sino de unos comandos que no se conocían entre ellos y que estaban preparados para matar en París mientras desorientaban a las fuerzas de seguridad.
No podemos amedrentarnos ante estas acciones pero tampoco podemos subestimarlas. A la figura del lobo solitario que actúa por su cuenta, se une la de los comandos militares que conocen y estudian durante meses o años su objetivo.
Muchos de los terroristas viven en territorio europeo. Algunos llegaron hace poco. Muchos son hijos y nietos de inmigrantes y llevan muchos años en los diferentes países europeos. ¿Cómo acabar con un enemigo que tenemos en casa? Esa es una tarea muy difícil.
Sin embargo, lo primero que tenemos que hacer es llegar a la conclusión de la creación de una coalición internacional militar sin ningún tipo de fisuras para derrocar al Estado Islámico que se encuentra en Siria e Irak.
alberto.pelaezmontejos@gmail.com
Twitter @pelaez_alberto