Estoy escribiendo en la oficina. Siempre tengo encendida la televisión, igual que la radio. Los cuatro periódicos se encuentran abiertos como las ideas. En la computadora pincho en EL UNIVERSAL. Gran parte del día tengo los cinco sentidos atentos nutriéndome de la información. La que más me interesa —Medio Oriente es fascinante— la disecciono como si fuera un viviseccionista de las noticias.

De repente veo al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy. Va a hablar. Subo el volumen y comienzo a escuchar, en mi asombro, alegatos a favor de la creación de empleo en España. Lo veo sonreír, encantado de haberse conocido mientras apunta que gracias a su gestión ya se está creando empleo en España tras más de 8 años de una recesión económica que nos llevó al más profundo de los hoyos. Es cierto que en este último año se ha creado empleo, precario, pero empleo al fin y al cabo.

Lo que no dice, o no recuerda, es que los últimos cuatro años de Zapatero y el siguiente cuatrienio con Rajoy como presidente del gobierno, en España pasamos de dos millones ochocientos mil a seis millones y medio de desempleados. Cuatro millones de personas se quedaron sin trabajo. Cuatro millones de dramas de los cuales hoy aún más de tres millones ya no cobran el subsidio de desempleo. Sin embargo ahí va Rajoy, con toda su flema alardeando de la creación de puestos de trabajo.

No puedo sino comparar. La economía mexicana se ha enfriado, tal vez demasiado, pero cotejo los datos de uno y otro país y no tienen parangón. En México, en 2014, se crearon casi 800 mil puestos de trabajo. En los primeros seis meses ha habido 435 mil nuevos empleos. Es cierto que, con la reforma laboral, hay contratos débiles, a tiempo parcial y precarios. Pero eso es mejor que nada. Ahora recuerdo los famosos contratos “basura” del antiguo presidente español José María Aznar. Eran muy precarios y media España salió en aquel entonces a protestar. Benditos contratos “basura”. Ahora los pocos que se crean son mucho peores.

El secretario mexicano de Trabajo Alfonso Navarrete ha realizado un trabajo que habla por sí mismo. Hay 4% de desempleados. Eso es prácticamente un pleno empleo. Claro, tendrá muchas deficiencias y carestías, pero a eso se le llama pleno empleo. Cuando leo estas cifras no puedo sino sentir una envidia sana si las comparo con las de España. Hemos llegado a casi un 27% de la población activa sin empleo y ahora se ha rebajado al 25%. En todo caso, esa cifra sigue siendo tan alarmante como peligrosa.

Claro, no todo es perfecto. Así como el desempleo ascendió a niveles interesantes, observo que sectores como el turismo en México continúan sin alcanzar cotas mayores. No lo entiendo. El servicio exquisito, la rica gastronomía, el paisaje policromado, la exuberante vegetación, las ciudades coloniales mágicas, el talco de las playas, el azul turquesa del los mares sólo se dan de una manera singular en México. Tenemos todo para ser los mejores pero no acierta la Secretaría de Turismo con las políticas para atraer a los visitantes. Será falta de visión, de preparación o ambas cosas.

Mientras no despega el turismo por las políticas erráticas veo sin embargo un dinamismo encomiable en el resto de los rubros. No hay más que ver los datos del empleo.
Los periódicos estadounidenses y europeos dicen que, con las reformas del presidente Enrique Peña Nieto, México se convertirá no en un país de oportunidades, sino en el país de las oportunidades. No les falta razón. Lo veo en diferentes gestiones, como la del secretario Navarrete. A ver si toman nota.

alberto.pelaezmontejos@gmail.com

Twitter @pelaez_alberto

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