Cuando está en juego un proyecto que puede cambiar la política autoritaria y la corrupción, entonces los procesos electorales se vuelven estratégicos. Lo vimos en 1986 en Chihuahua con el fraude del PRI al PAN; en 1988, con el fraude del PRI a Cárdenas; en 1991 con el fraude del PRI al navismo en San Luis Potosí y lo vimos en el 2006 con el fraude en contra de López Obrador. No son las únicas veces, hay muchísimas más, pero éstas son muy significativas. En estos momentos está por definirse la elección en el Estado de México, que representa una opción entre seguir con la restauración autoritaria del PRI o limpiar de corrupción esa parte del territorio nacional.

Un ejercicio de memoria es importante para saber ante qué estamos el próximo domingo 4 de junio. Desde la llamada transición democrática, pocas veces se ha observado con tanta contundencia el regreso del viejo sistema en donde partido y gobierno forman una unidad para hacer una elección de Estado, como sucede hoy en el Estado de México. Y no es para menos, porque lo que está en juego es la supervivencia de un grupo de poder muy corrupto y muy ineficiente, que ha perdido la legitimidad, y hoy ha puesto en juego todos los instrumentos y recursos de que dispone para ganar esa elección. Dinero a manos llenas para comprar el voto, para fondear su campaña, para controlar el escenario. En 2012, cuando se debatía si el regreso del PRI a Los Pinos ponía en riesgo lo ganado en nuestra frágil y vulnerada democracia, hubo muchas voces que abogaron por las supuestas fortalezas de nuestra democracia gracias a un contexto de instituciones y compromisos internacionales que —supuestamente— mantendrían a salvo a la democracia mexicana. Hoy sabemos que esto es falso y que el regreso ha sido una regresión autoritaria mayúscula. Hay menos libertad de expresión, más censura en espacios noticiosos y, sobre todo, nos enfrentamos a la prepotencia de una clase política que actúa con cinismo y mucha impunidad. La elección mexiquense es una muestra emblemática de esa regresión. En el Estado de México el PRI nunca se ha ido, ya tiene 87 años en el gobierno, y desde allí tejió su regreso a Los Pinos.

En las campañas se ha podido observar de qué forma hemos retrocedido: autoridades electorales inútiles, invisibles y cómplices, que hacen como si no pasara nada, mientras la compra y coacción del voto avanzan a ritmos frenéticos; guerra sucia para llegar a la conclusión de que la política es un asco y todos son iguales; la derecha panista completamente derrotada y sin ninguna propuesta inteligente para detener la maquinaria tricolor; el perredismo en medio de fantasías de un triunfo inexistente cuyo objetivo no es ganar, sino hacer perder a Morena; el PRI, junto con el gobierno estatal, el gobierno federal, los gobernadores de su partido y la masa de intereses económicos empresariales, está obsesionado con ganar al costo que sea porque de eso depende su permanencia en el poder; el PT decidió apoyar a Morena y sumarse como una oportunidad para estar en la película del 2018; y Morena, como una opción real que puede ganarle al dinosaurio, se enfrenta a una lucha como la que dieron en su momento Cárdenas, Barrio, Nava, López Obrador, para cambiar este régimen corrupto que se ha vuelto a fortalecer como en los viejos tiempos.

Si el PRI logra ganar el 4 de junio, será una pésima señal de lo que nos espera en 2018, es decir, que las elecciones se pueden comprar de forma impune. Con una autoridad tan capturada, con una coalición gobernante tan corrupta y desprestigiada, veremos una batalla campal en donde lo que menos importará será el daño que la confrontación política le genere al país, con tal de mantenerse en el poder. Si el PRI pierde, será un anuncio de que en el 2018 habrá una nueva oportunidad para que la ciudadanía castigue a un mal gobierno y desde la política se pueda enfrentar a la corrupción, a la impunidad y a la desigualdad.

El reto del 4 de junio será traducir la reprobación mayoritaria del gobierno priísta en una derrota electoral. Hoy, la opción que puede detener a ese dinosaurio y descarrilar esa maquinaria corrupta se llama Delfina Gómez…

Investigador del CIESAS. @AzizNassif

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses