En un momento crítico y tenso de la relación entre las dos naciones, inicia la LIII Reunión Interparlamentaria México–Estados Unidos. La tensión se debe a una sola persona, Donald Trump, quien como candidato ofendió a nuestros migrantes y a todos los mexicanos y como presidente ha hecho varias declaraciones de hostilidad a México. Hoy más que nunca es necesario recurrir a la diplomacia parlamentaria. Si hacemos acopio de voluntad política, podría surgir un nuevo espíritu de cooperación entre los dos Poderes Legislativos que contribuya a distender el ambiente y a contrarrestar el deterioro de la relación.
Para los mexicanos es imposible evitar sentimientos encontrados hacia nuestro vecino del norte. Nuestra extensa cicatriz nos lastima y sus grandes logros en la ciencia y en la tecnología nos maravillan. La admiración nos remite primordialmente a ciudadanos, no solo científicos sino también adalides intelectuales y líderes sociales: por cada James Knox Polk hay un Henry David Thoreau y por cada Henry Lane Wilson hay un Martin Luther King. Aunque también hay aprecio por algunos políticos del pasado. Ahí están Jefferson y Adams, Lincoln y el segundo Roosevelt, por citar algunos de mi lista personal.
Ahora bien, más allá del pasado dual está el presente del realismo unívoco. No solo por la ineluctable geografía sino también por la demografía transfronteriza, por los vínculos de familias binacionales y por la integración económica. Existen, además, infinidad de instancias bilaterales que funcionan muy bien para ambas partes, particularmente para Estados Unidos. De hecho, yo no acabo de entender por qué el presidente Trump insiste en replantear una relación a la que México le aporta tantas cosas. En materia de combate al narcotráfico y en la migración desde Centroamérica, la cooperación mexicana es sumamente costosa: alrededor de 130 mil muertos en medio de una violencia desgarradora y una contención que nos quita dinero y autoridad moral. El sentido común diría que deberíamos ser nosotros quienes exigiéramos el cambio de estas condiciones. Y en torno al TLC, ¿ha hecho un análisis de costo-beneficio entre la eliminación del déficit versus el perjuicio a empresas estadounidenses y la pérdida de empleos en su tierra? ¿Han medido las consecuencias de apretarnos más?
El problema no es solo con México, ciertamente. Donald Trump dice que el mundo ha abusado de su país y que él va a revertir esa tendencia, cuando es obvio que nadie tiene el poder para abusar de la superpotencia y que en realidad lo que quiere es presionar al mundo para obtener aún más ventajas de las que ya tiene. También es evidente la contradicción entre su política interior y su política exterior: pretende engrandecer a su país aislándolo, renunciando a las responsabilidades globales que emanan de su hegemonía y dejando vacíos que China y otras potencias van a llenar. El ejemplo más reciente es su deplorable decisión de salirse del Acuerdo de París sobre cambio climático. Sí, todo esto es cierto, pero con nosotros ha sido especialmente duro, y ello propicia el resurgimiento de los hard feelings que habitan la psiqué colectiva mexicana. He aquí la oportunidad que tenemos en esta Interparlamentaria: crear conciencia del grave daño que le puede hacer a una relación bilateral vital para ambas partes y trabajar juntos para evitar que un sentimiento anti Trump se convierta en un sentimiento antiamericano.
Bienvenidos, congresistas estadounidenses. En su delegación hay mujeres y hombres inteligentes y sensibles, tanto demócratas como republicanos, que comprenden la situación y quieren que los vecinos sigan siendo socios y amigos. Representan, por lo demás, electorados que están vinculados a México por razones económicas, familiares o culturales, porque la gran mayoría de la población de Estados Unidos es gente buena. Quienes hemos vivido allá sabemos que la xenofobia y el racismo están enquistados en sectores minoritarios. Por eso tengo la esperanza de que hoy, en medio de las discrepancias que se manifestarán entre nosotros, los diputados y diputadas mexicanos y estadounidenses podamos construir un entendimiento que ayude a que la relación entre nuestras naciones enderece el rumbo. Para bien y para mal, entre el poderío y la debilidad ya no puede imperar el desierto. Y menos aún debe prevalecer el avasallamiento y el odio que siempre lo acompaña.
Diputado federal del PRD
@abasave