El exhorto es muy potente, casi incontestable: México tiene que estar unido ante el desafío de Donald Trump. ¿Quién es el mal mexicano que se atreve a decir que no? Ah, pero las cosas cambian cuando pasamos de la abstracción retórica al significado concreto y específico de la pretendida “unidad nacional”. ¿Qué quiere decir eso, que ser patriota es apoyar las decisiones del presidente Enrique Peña Nieto y el canciller Luis Videgaray en lo que concierne a la relación bilateral con Estados Unidos? Y si lo que deciden es ostensiblemente equivocado, como ha sido el caso hasta ahora, y nos lleva a una situación más grave que la que tememos, ¿debemos unificarnos bajo su mal gobierno? Los convencidos de que México no debe negociar desde la sumisión sino esgrimir acciones en defensa de sus intereses en reciprocidad a la ofensiva estadounidense, ¿nos debemos callar la boca y caminar junto a los demás hacia el abismo? Hablan de traición a la patria; ¿quién la comete, el que se opone a un poder indigno y torpe o el que lo ejerce?

De imponerse esa unidad que pregonan, los mexicanos la vamos a pagar muy cara. Y más que a la demagogia de los pregoneros oficiales u oficiosos, que hacen su juego para levantar de la lona de la impopularidad a Peña Nieto, me refiero a los argumentos de algunos empresarios, intelectuales y periodistas serios que han caído en el garlito. Si es en torno a gobernantes corruptos, ineptos y entreguistas como los que tenemos, unirnos sería hundirnos. Bienvenidas las marchas, pero no el cierre de filas acrítico, incondicional, que llevaría al escalamiento de la hostilidad trumpiana. O presionamos al presidente Peña para que deje de consentir al enemigo o nos va a aplastar. Sí, dije enemigo: no puede llamarse de otra manera a quien nos declara la guerra comercial y migratoria.

Pero eso no es todo. La obsesión priísta por el consenso es, en las circunstancias actuales, un enorme riesgo. Hoy más que nunca, a México le hace bien tener voces discrepantes. Al enemigo hay que abrirle varios frentes, amagarlo desde diversos flancos. Mientras se mantenga en su cargo Videgaray, a quien al mismo tiempo le simpatiza Trump y le da miedo confrontarlo, tendrán que ser el Congreso y la sociedad civil y el empresariado de aquí y de allá los que lo encaren. Algo raro llevó al ahora secretario de Relaciones Exteriores a apoyar la campaña del entonces candidato presidencial republicano —ignoro si fueron afinidades o negocios o simple estulticia—, pero no me cabe duda de que el representante de la diplomacia mexicana se está comportando abyecta y medrosamente. En este contexto, en ausencia de estrategia y en presencia de una táctica aberrante, no nos conviene unificarnos.

No hay unión porque tenemos un presidente desacreditado y repudiado que desperdició la oportunidad de reposicionarse políticamente con una postura inteligente, firme y digna frente al bully gringo. Perdió esa posibilidad al entregar la Cancillería a una persona que, a su ignorancia e incompetencia en ese ámbito, suma algo mucho más grave: es un temeroso simpatizante del enemigo. Además de ajustar los tiempos diplomáticos mexicanos a su ambición presidencial en detrimento de nuestros intereses —solo así se puede explicar que haya apresurado los encuentros bilaterales, cuando la prisa por renegociar el TLC está del otro lado de la frontera y a nosotros nos conviene esperar a que Donald Trump se desgaste— y de jactarse de negociar banalidades obtusas —¿en qué cabeza cabe alardear sobre la opacidad en las conversaciones sobre el muro y presumir de haber conseguido una escribanía en el bando contrario?—, nuestro canciller sigue mandándole al presidente de Estados Unidos mensajes de debilidad y subordinación. Dicen que origen es destino: quizá Luis Videgaray es tan servicial con Trump porque espera que le devuelva el favor y lo imponga en la Presidencia de México. Señores del PRI-gobierno: tienen un precandidato que es amigo del enemigo y aun así quieren acusar a los críticos de su consigna unificadora de traicionar a la patria; ¿van a lanzar un boomerang de ese tamaño?

No, la unidad nacional que se pide no es viable ni deseable. Tenemos que enfrentar la mayor amenaza exterior de nuestra historia reciente con todo el pluralismo de nuestra sociedad, con toda la diversidad de nuestra nación. Paradójicamente, es en la disidencia donde reside hoy nuestra fuerza.

Diputado federal del PRD.

@abasave

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