El gobierno interno del Partido de la Revolución Democrática emula un régimen parlamentario. Las corrientes, que actúan en más de un sentido como si cada una de ellas fuera un partido político, están representadas en el Comité Ejecutivo Nacional en proporción a su votación en elecciones internas. El PRD siempre ha sido difícil de dirigir, pero sus problemas de gobernabilidad, que antes de la consolidación de esa suerte de parlamentarismo eran enfrentados a golpes de timón por “caudillos” con un considerable margen de maniobra metaestatutario, se resolvieron primero mediante la negociación casuística y luego con la aprobación sistemática de la agenda de una corriente hegemónica. Sin embargo, ante el agotamiento de esas etapas y frente a la peor crisis de su historia, el partido intentó una nueva modalidad de liderazgo: un presidente “externo”, sin corriente, que se situara por encima de los grupos y arbitrara sus conflictos.
Yo acepté el desafío movido por mi anhelo de forjar una opción socialdemócrata y por mi determinación de combatir la restauración autoritaria y la corrupción rampante del actual régimen priísta. Me convenció de la viabilidad del proyecto el hecho de que se conformó un consenso, prácticamente la unanimidad en torno a mi persona, lo cual fue para mí un indicador de que la idea de un “presidente-árbitro” —un jefe de Estado y no un jefe de gobierno, para continuar con la analogía parlamentaria— era viable. Pero la realidad discurrió por un cauce distinto. La normatividad interna y la cultura política imperante obstaculizaron mi Presidencia al grado de que antes de cumplir dos meses en el cargo tuve que poner mi renuncia sobre la mesa para afianzar mi autoridad y sacar adelante las alianzas que consideré y considero indispensables para derrotar al PRI y crear buenos gobiernos para los mexicanos. En ese recurso gasté mi “bala de plata”, y por mi posterior propósito de formar la coalición con el PAN en Chihuahua y mi rechazo decisivo a la de Puebla se provocaron francas agresiones y actitudes carentes de una mínima institucionalidad de parte de algunos miembros del CEN, lo que llevó al PRD a rondar la ingobernabilidad y a un desgaste de mi dirigencia que no puede revertirse. En semejante contexto es imposible llevar a cabo acciones vitales que puse como condición ante quienes me propusieron buscar convertirme en presidente del partido, como iniciar procesos de investigación y en su caso expulsar a perredistas acusados de corrupción ante la opinión pública, así como el urgente saneamiento de nuestras finanzas.
En virtud de que no estoy dispuesto a afiliarme a una corriente ni a formar parte de un bloque y dado que en estas circunstancias la gobernabilidad es más que precaria, he decidido renunciar a la Presidencia Nacional del PRD. Mi decisión es irrevocable. El partido necesita una reforma a su Estatuto y a sus demás documentos básicos que fortalezca las facultades de la Presidencia, acote a las corrientes y permita el acercamiento a la ciudadanía que tanta falta nos hace. Y si bien entregaré a quien me suceda un documento con esas y otras propuestas de cara al próximo Congreso Nacional, es evidente que para materializarlas se requiere de la voluntad política cupular y de un acuerdo mayoritario que yo ya no estoy en condiciones de construir.
No me toca evaluar mi desempeño como presidente nacional del PRD. De ello se encargarán otros, quienes juzgarán mi trabajo y señalarán mis posibles aciertos y mis innegables errores. Me quedo, eso sí, con la convicción de que puse todo mi esfuerzo en el cumplimiento de mis responsabilidades al frente de mi partido y de que en algo serví a México al contribuir a poner fin a tres satrapías priístas y a propiciar la alternancia y la transición a la democracia en esos estados. No es mío el mérito principal, desde luego, sino de las y los ciudadanos de Veracruz, Quintana Roo y Durango, cuya rebeldía democrática prevaleció sobre la guerra sucia y las trapacerías electorales de la maquinaria y el aparato del PRI-gobierno.
Continuaré en el PRD promoviendo su renacimiento, aunque a partir de julio lo haré desde la Cámara de Diputados, a donde regresaré para retomar mi trabajo legislativo.
Presidente nacional del PRD.
@ abasave