Casi 30 años después de la caída de la cruel y cleptocrática dictadura de los Somoza , Nicaragua se encuentra de nuevo en rebelión, esta vez para derrocar al gobierno del presidente Daniel Ortega Saavedra , paradójicamente el mismo que llegó al poder en 1979 al mando del movimiento guerrillero sandinista de izquierda .

En este giro de la historia, sin embargo, el bello país centroamericano, una tierra de lagos, volcanes y selvas tropicales, muestra un rostro distinto.

Lejos de la amplia destrucción causada por un terremoto en 1972 , el constante saqueo de fondos públicos del régimen de los Somoza y la r epresión indiscriminada contra los rebeldes, hasta hace dos meses Nicaragua era considerada estable y relativamente próspera en comparación con Honduras y El Salvador , plagados de crimen.

A diferencia del llamado “ Triángulo Norte ” integrado por Guatemala , Honduras y El Salvador , donde la pobreza estructural y la violencia alimentadas por el bajo crecimiento económico y el narcotráfico están detrás de la ola migratoria rumbo a Estados Unidos a través de México , el alguna vez marxista Ortega alentó los negocios—el año pasado el Producto Interno Bruto experimentó una expansión de 4.9% —y la actividad de las bandas criminales ha permanecido bajo control en Nicaragua.

Hace cinco años, Managua atrajo la atención global con el ambicioso plan para construir un nuevo canal interoceánico de USD$50 mil millones p ropuesto por el magnate Wang Jing de Hong Kong , que podría incrementar los flujos comerciales entre el hemisferio occidental y Asia en USD$476 mil millones , de acuerdo con la Organización Mundial del Comercio .

No obstante, las protestas estallaron en la Universidad Politécnica de Managua y otros lugares en abril, luego de que el gobierno anunció alzas en los impuestos a los ingresos y las nóminas, con el objetivo de reforzar el resquebrajado sistema de seguridad social.

Días después, el decreto oficial fue desechado, pero los disturbios continúan, más de 100 personas han sido asesinadas por milicias favorables al régimen, afirman grupos de derechos humanos.

Ortega, de 72 años, fue elegido presidente por primera ocasión en 1984 durante la fiera campaña contrarrevolucionaria impuesta por la administración Reagan utilizando a los Contras en plena Guerra Fría y tras la muerte de 30,000 personas y del bloqueo naval estadounidense denunciado por Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia , Ortega perdió su reelección en 1990 , derrotado por la candidata conservadora Violeta Chamorro .

Corrupción y lavado de dinero

Los siguientes gobiernos allanaron el terreno para el regreso al poder de Ortega y su Frente Sandinista de Liberación Nacional ( FSLN ).

En 2003 , el ex presidente Arnoldo Alemán , del Partido Liberal Constitucional , fue sentenciado a 20 años de cárcel por malversación , lavado de dinero y corrupción .

En 2006 , Ortega ganó los comicios con menos de 40% del voto, debido a un cambio en la ley que disminuyó el porcentaje requerido para una segunda vuelta de 45% a 35% (con un margen de victoria de 5%).

Experimentado y con profundo conocimiento del momento político, Ortega superó escándalos pasados (el caso de corrupción de la “ piñata ” despojó al FSLN de su autoridad moral en los años 90), combinando su alianza con Cuba y Venezuela con un enfoque local cercano a la Iglesia Católica —que prohibió totalmente el aborto—y la élite empresarial.

Ganó la reelección en 2011 y en 2014 la Asamblea Nacional aprobó cambios constitucionales que le permitieron buscar un tercer periodo consecutivo.

En 2016 , Ortega resultó elegido nuevamente , esta vez con su influyente esposa, Rosario Murillo , como compañera de fórmula para la vicepresidencia . Su hijo mayor, Laureano Ortega Murillo , de 32 años, se estaría preparando a encabezar la familia gobernante.

La coalición que apoyó al cada vez más autoritario Ortega, sin embargo, se está rompiendo tal como el grupo de nueve comandantes de la primera junta sandinista en el poder.

Carlos Pellas

, el principal magnate del país, aseguró al diario La Prensa que los manifestantes representan “un clamor por el regreso de la democracia, la justicia y los derechos humanos” y urgió a Ortega a preparar “una salida ordenada” mediante elecciones adelantadas.

Advirtió que los dirigentes empresariales respaldarían una huelga nacional, mientras que los obispos , pese a su mediación en el diálogo abierto en mayo, ahora rechazan los llamados del gobierno para calmar la inconformidad.

Organismos en favor del régimen e independientes, como la Asociación de Trabajadores del Campo ( ATC ), señalan que hay dos campos considerables con “posturas peligrosamente opuestas. De un lado, hay una combinación de estudiantes universitarios, medios de prensa propiedad de derechistas, obispos cercanos al Opus Dei , el sector privado y, por supuesto, la embajada de EU”.

La ATC denunció que cientos de miles de perfiles y cuentas falsas en Facebook y WhatsApp “amplifican el odio y presionan a los usuarios nicaragüenses a compartir y publicar mensajes de odio”. Añadió que muchos de esos perfiles y cuentas falsas han sido creados en el exterior y en particular en Miami .

Es una coincidencia histórica que el arzobispo emérito de Managua, el cardenal Miguel Obando y Bravo , muriera el domingo bajo la sombra de su alianza con Ortega sellada en 2002, cuando el líder sandinista otorgó impunidad al juez Roberto Rivas Reyes , su protegido, acusado de graves irregularidades en el Supremo Consejo Electoral .

Durante los años 80 y 90, Obando y Bravo fue una figura clave de la oposición, al aliarse incluso con los Contras, que por cierto fueron los beneficiarios de la ayuda financiera y bélica ilegal de Estados Unidos proporcionada por el entonces coronel Oliver North , hoy presidente de la Asociación Nacional del Rifle ( NRA ).

Los vientos del cambio pueden estar soplando otra vez en Nicaragua , pero su imagen actual es muy parecida a la de Venezuela .

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