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Estados Unidos y sus aliados dieron un nuevo paso hacia un peligroso enfrentamiento con China esta semana, al rechazar su conducta de “ imperio marítimo ” y sus presuntos intentos de “alterar el statu quo ” en los mares del Sur y del Este de China.
Los últimos días han sido útiles para ilustrar la estrategia multifacética desarrollada por Washington para “contener” el ascenso de China como la nueva superpotencia hegemónica.
Todo empezó el lunes con la declaración del secretario de Estado Mike Pompeo , que calificó como “totalmente ilegales” a las reivindicaciones de Beijing sobre los recursos marinos en la mayor parte del Mar del Sur de China.
En seguimiento a la nota verbal entregada a los miembros de Naciones Unidas en junio, Pompeo ratificó la política de confrontación elegida por la administración Trump, al apoyar los reclamos de otros países sobre los ricos recursos energéticos y pesqueros de la cuenca del Mar del Sur de China y más allá.
Con base en el fallo de 2016 de una corte internacional, Pompeo enfatizó que el arrecife Mischief , actualmente ocupado por China y el banco de arena Second Thomas —en manos filipinas—“están plenamente bajo los derechos soberanos y la jurisdicción de Filipinas”. También reafirmó la reivindicación de Manila sobre el banco de arena Scarborough , bajo control chino desde un choque naval en 2012.
En su declaración, que coincidió con el cuarto aniversario del fallo, detalló que Estados Unidos rechaza cualquier reclamo chino en aguas adyacentes al banco de arena Vanguard (frente a Vietnam) y los bancos Luconia y James (frente a Malasia); las aguas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Brunei y de Natuna Besar (frente a Indonesia). En particular, Pompeo desafío los “derechos históricos” de Beijing dentro de la ZEE indonesia en el Mar del Norte de Natuna.
Pompeo omitió señalar, sin embargo, que China no participó en el tribunal internacional de arbitraje de 2016, que invalidó la mayoría de sus reclamos de acuerdo con la Convención sobre el Derecho del Mar de la ONU. En su lugar, Beijing ha propuesto negociar directamente con sus vecinos y ha criticado a Estados Unidos por no suscribir dicho acuerdo.
China también ha propuesto la negociación de un Código de Conducta para resolver disputas limítrofes, que podría firmarse en el marco de la nueva Asociación Económica Regional Integral, un bloque comercial que abarca a los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Para entender la importancia de la declaración estadounidense, es necesario considerar que el Mar del Sur de China se encuentra en el corazón de la región de más rápido crecimiento económico del mundo.
Cerca de USD $3 billones en mercancías atraviesan cada año el mar, sede de rutas vitales que incluyen el estrecho de Malaca, una vía de 890 kilómetros entre la península malaya, Singapur y la isla indonesia de Sumatra que une a los océanos Índico y Pacífico.
Según estudios militares occidentales, los estrechos de Malaca y de Lombok , que conectan las islas indonesias de Java y Bali al océano Índico, son “puntos de estrangulamiento” clave para interrumpir las rutas marítimas comerciales y de importación de petróleo de China, que van desde Shanghái y Hong Kong hasta Oriente Medio y África, rodeando a India.
Iniciativa del Cinturón y la Carretera
En otras palabras, la Ruta Marina de la Seda de China , parte de su gigantesca Iniciativa del Cinturón y la Carretera (BRI, por sus siglas en inglés) para el comercio y la inversión en la masa eurasiática, depende del control del Mar del Sur de China.
En 2005, un reporte del Departamento de Defensa de Estados Unidos, Futuros de la energía en Asia , aludió al “collar de perlas” como la red de instalaciones militares y comerciales chinas a lo largo de sus líneas marítimas de comunicación.
En el centro de las “perlas” cruciales mencionadas por Pompeo se hallan las islas Spratly frente a las costas de Filipinas, Malasia y Vietnam. En el archipiélago formado por 45 islas, cayos y arrecifes dispersos en más de 425,000 kilómetros cuadrados parcialmente ocupados por Malasia, Taiwán, Vietnam y Filipinas, China ha construido en los últimos seis años pistas, hangares, atracaderos, silos de misiles y estaciones de radar.
Tras un mortífero combate con la Marina vietnamita en 1988, Beijing reforzó sus posiciones en los arrecifes Fiery Cross y Subi . El Congreso de Estados Unidos reportó hace cuatro años que China construyó entre 2013 y 2015 islas artificiales con una superficie total de 1,214 hectáreas en los siete arrecifes de coral que ocupa en las Spratly .
La zona ha sido escenario frecuente de las operaciones de “libertad de navegación” de la Marina estadounidense. La última ocurrió hace dos semanas apenas, cuando el Pentágono desplegó por primera vez en seis años dos fuerzas de tareas de portaaviones. En este sentido, de acuerdo con The Times , Reino Unido planea estacionar uno de sus nuevos portaaviones en la región indopacífica, para ayudar a “contrarrestar a una China cada vez más asertiva”.
Obviamente, esta medida no puede desvincularse del anuncio del martes por el que se prohíbe adquirir equipo Huawei 5G para la red de telecomunicaciones británica a partir de 2021 , mientras que el existente deberá ser eliminado de las redes móviles en 2027.
Tampoco puede desvincularse del financiamiento directo al autoproclamado gobierno tibetano en el exilio, con base en India, por parte de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, por primera vez desde que fue creado en 1959.
La estrategia multidimensional aliada es evidente respecto a India, no sólo por las implicaciones geopolíticas del “ collar de perlas ”, sino también por los recientes enfrentamientos fronterizos entre tropas indias y chinas.
En lo alto del Himalaya, otro punto de estrangulamiento de la BRI, Washington fomenta una rebelión musulmana contra Beijing en su provincia de Xinjiang . No importa que los extremistas uigures se unieran al Estado Islámico y mucho menos que hayan matado a musulmanes y cristianos en Siria; Chen Quanguo, la “mente maestra” china de la represión en Xinjiang, resultó sancionado la semana pasada.
Por el momento, la reacción china se ha limitado a la arena diplomática. Beijing aplicó sanciones a los belicosos legisladores Marco Rubio, Ted Cruz y Chris Smith, así como a Sam Brownback, “embajador para las libertades religiosas”. La firma Lockheed Martin , principal contratista de la última venta de armas de Estados Unidos a Taiwán, también fue sancionada.
Zhao Lijian, vocero de la cancillería china, instó a Estados Unidos “a dejar de crear problemas en los asuntos del Mar del Sur de China. China continuará salvaguardando resueltamente su soberanía y seguridad de conformidad con la ley”.
No obstante, el movimiento de pinzas de la gran estrategia aliada se completó el martes. El Ministerio de Defensa de Japón presentó su libro blanco anual , acusando a Beijing de abrirse paso “implacablemente” hacia las islas Senkaku en el Mar del Este de China, al afirmar que dicha situación se está convirtiendo en “un tema de seria preocupación” junto a la modernización del arsenal balístico norcoreano.
Como buena parte de la disputa territorial en torno al Mar del Sur de China, el conflicto en las Senkaku (conocidas en China como Diaoyu ) es un legado del orden de posguerra.
Durante el siglo XIX Tokio se anexó los islotes deshabitados, que fueron ocupados por Estados Unidos en 1945. Después de que una comisión de la ONU encontró posibles reservas de hidrocarburos, Washington aprobó su devolución a Japón, detonando la oposición de China y Taiwán.
La relación entre China y Japón se deterioró hasta su peor punto en décadas luego de que Tokio compró parte de las Senkaku a un propietario particular en 2012. Al año siguiente, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos rechazaron la decisión de Beijing de establecer una Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) en una extensa área del Mar del Este de China que cubre las islas Senkaku/Diaoyu.
La ADIZ es un mecanismo de seguridad utilizado por varios países como Japón, India, Estados Unidos y Rusia para requerir que todos los aviones civiles reporten su presencia y planes de vuelo a las autoridades de otra nación; Beijing ha reivindicado su derecho a establecer una en el Mar del Sur de China.
En el caso de las Senkaku/Diaoyu, la respuesta de los aliados fue desafiar a la ADIZ china con bombarderos B-52 y aviones de combate que la sobrevolaron sin aviso previo.
Actualmente, guardacostas japoneses y chinos continúan persiguiéndose en las islas. En junio, la Asamblea Municipal de Ishigaki en Okinawa rebautizó el área que incluye las Senkaku/Diaoyu como Tonoshiro Senkaku en vez de Tonoshiro. Argumentó que la medida busca resolver la “confusión administrativa” con un sitio de Ishigaki que comparte el nombre Tonoshiro con las islas.
Sin embargo, Taiwán—que llama Diaoyutai a las islas—advirtió que la acción “no es propicia para la paz y la estabilidad regional”. Una estabilidad general en la cuenca oriental del Pacífico que China probablemente quiere preservar en los próximos 10 o 20 años, a fin de fortalecerse antes del enfrentamiento decisivo.
Editado por Sofía Danis
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