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Cuando faltan 23 días a esa rareza que le llaman intercampaña, los tres candidatos que encabezan alguna coalición de partidos políticos entran en horarios distintos a un gran salón, donde hablarán de lo que ven, sin ver a nadie. Unos reflectores iluminan sus rostros, pero ellos tiene ante sí la oscuridad que encierra el destino.
Andrés Manuel López Obrador cuenta los días que faltan para el 1 de julio, son 115, pero ya traza planes, avisa que su sexenio será doble. No, no se va a reelegir, aclara, si no que va a trabajar 16 horas diarias, como para que le rinda el mandato que va a pasar a recoger a las urnas.
Ricardo Anaya hace una presentación tipo Volver al Futuro, en la que deja correr un video en el que se le observa ir a una tienda, algo compra y paga con un registro en la aplicación de su teléfono celular. Asegura que va a ganar.
José Antonio Meade dice que está atento a que empiece la campaña y en una lámina ilustración dice al público oculto en la oscuridad que en 2000 y 2006 no ganó el puntero.
Los tres se presentan ante constructores integrados en la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios (ADI), una organización gremial reconocida por los tres candidatos, que los invitó para escucharlos, a partir de una pregunta, la misma, que abrió el micrófono para que dijeran lo que gustaran. Terminada su exposición se retiraron.
La cita es en el lado norte del Hipódromo de las Américas, lugar emblemático si se piensa en que los tres candidatos están en la carrera por la Presidencia de la República. Uno dice que va muy bien y ya prepara actividades presidenciales; otro está en la certeza de que ganará, y el tercero mira los carriles de la competencia que todavía no empieza.
López Obrador camina a la velocidad con la que habla y esa lentitud proyecta tranquilidad. Sonríe cordial a sus anfitriones, les dedica palabras de reconocimiento, extensivas a la comunidad judía inversionista.
Explica las bondades de su gobierno, aclara que no se va a reelegir y cuando está a punto de subir a una camioneta para irse le da risa que digan que él es “populista y mesiánico”.
En el salón oscuro, Anaya no quiere el atril y micrófono en mano habla mientras camina para los lados y se proyectan imágenes así como pequeños videos.
Asegura que el PRI no repite, que él crece, que López Obrador va estable y que él va a ganar la elección. Habla del futuro y de su resorte exponencial, que va a caducar lo que hoy es vigente. Dice que hay uno que “quiere seguir a la antigüita, como ‘ya saben quien’ y que estuvo aquí hace ratito”.
Llega el aspirante José Antonio Meade Kuribreña , el comité de recepción es más numeroso, lo pasean ante más maquetas de las que, incluso, ya conoce algunas de un evento del año pasado.
Se deja abrazar, escucha, como sus antecesores, acepta tomarse fotos con los admiradores que se encuentran en el lugar.
Va con su actitud de orador, sonriente y tranquilo se toma fotos con seguidores —“es usted mi candidato”—, alguien le dice.