Más Información
Inai busca participar en elaboración de leyes secundarias de Transparencia; “queremos incidir en la nueva legislación", piden comisionados
Detención de “El Cholo Palacios” clave para esclarecer Caso Ayotzinapa, afirma Alejandro Encinas; testimonio podría revelar paradero de estudiantes
INE advierte riesgo en elecciones de ocho estados por falta de recursos; los más afectados son Yucatán, Guerrero y Zacatecas
“Don Neto”, exfundador del Cártel de Guadalajara solicita libertad anticipada; casi termina sentencia por el asesinato de Kiki Camarena
Sheinbaum supervisa avances de Pensión para Mujeres en Aguascalientes; “¡Bienvenida!“, dice gobernadora Teresa Jiménez
La mañana del 13 de enero pasado, Beatriz Gutiérrez Müller celebraba su cumpleaños 49 con una pequeña rebanada de pastel de chocolate. Solo, sentado frente a ella, estaba Andrés Manuel López Obrador, su esposo, quien le cantaba a capela Las mañanitas en un sencillo restaurante de Tampico.
La pareja ha pasado así los últimos 12 años de su vida. López Obrador es un fanático del beisbol, lo practica cada que tiene un respiro en su vida política.
Aquel estudiante de la UNAM que se tituló de la carrera de Ciencias Políticas con 7.8 de promedio, ahora va por su tercer intento por la Presidencia.
Pero a sus 64 años de edad, su andar es más lento. Se acentuó también su hablar pausado. Sin embargo, según su equipo, sigue siendo el mismo necio y terco de siempre.
Descansa poco, en todo momento viaja en el asiento del copiloto de su vehículo, le gusta charlar con sus dos choferes mientras recorren las carreteras.
Su gente cercana también lo ve distinto, ya no es aquel de oídos cerrados que pasa de largo las propuestas de sus colaboradores cercanos. Escucha, atiende las estrategias y ha cambiado su discurso del “cállate chachalaca”, al “amor y paz”.